LEYENDAS

Así fue la noche que se apareció el diablo en el Silverado Rodeo de Nuevo Laredo

Fue una velada inolvidable en la que decenas de personas salieron presas del mayor pánico de sus vidas

Escrito en NUEVO LAREDO el

Una noche a finales de los 90 fue inolvidable para todos los asistentes al Silverado Rodeo, centro nocturno con temática vaquera.

Ubicado al sur de Nuevo Laredo, sobre la Carretera Nacional, al lado de El Laguito, el Silverado era frecuentado en esos años no sólo por habitantes de esta dinámica frontera de paso, sino también por residentes de la región, incluyendo el sur de Texas, pues los "gringos" o "gabachos", como se les conoce en esta ciudad, acostumbraban gastar sus dólares de este lado del río Bravo, Grande, para ellos.

Esa memorable noche, mientras los presentes bailaban al ritmo de la música norteña y texana, en el área del toro mecánico hombres y mujeres se divertían tratando de durar los 8 segundos de rigor sobre el aparato, pero nadie lo conseguía.

Mientras tanto, nadie vio cómo llegó al sitio un hombre extremadamente bien parecido: alto, delgado, con porte, vestido ad hoc, con sombrero y bota, ambos de marca, como toda su ropa.

Lo acompañaban dos mujeres que hacían juego con él, hermosas y curvilíneas. Una rubia como el sol y la otra morena, con cabello negro, como la noche, como esa noche.

Los tres destacaban entre la multitud. Curiosamente, nadie los conocía, aunque eso no le pareció extraño a nadie, pues parecían de otro país. De otro planeta.

Durante un rato se pasearon por el lugar, robándose todas las miradas, bailando como trompos y tomando botella tras botella: tequila, whisky y vodka como si fueran agua, pues nada los emborrachaba. El sujeto era visto por sus congéneres con una mezcla de admiración y envidia, por los ángeles que lo flanqueaban.

Mientras, las féminas presentes lo observaban a detalle con deseo, por su físico estilizado, su sonrisa perfecta y la seguridad que irradiaba en cada uno de sus elegantes movimientos.

La sorpresa de la noche

En un momento dado, el trío de esculturas griegas se dirigió hacia la zona del toro mecánico. El hombre subió al animal de poliuretano y cables y comenzó a balancearse mientras aumentaba la velocidad de los giros y reparos.

Con la multitud expectante, el sujeto consiguió durar los 8 segundos y más. Diez segundos, 15. Medio minuto. Un minuto. Era increíble, pues el burel estaba a toda máquina.

En un instante, el tiempo se detuvo. Una bota del Adonis salió volando mientras los ojos de los presentes casi se salían de sus órbitas, al mirar, en vez de un pie, una pata de cabra, mientras el lugar se inundaba de un claro olor a azufre y gritos enloquecidos, mientras la electricidad dejó de funcionar.

¡¡¡Es el diablo!!!

De inmediato se hizo la estampida humana.

Un mar de personas, presas del mayor pánico de su vida, entre una oscuridad infernal, corrió hacia la salida del Silverado empujando todo a su paso: mesas, sillas, gente. Los más afortunados llegaron en unos instantes al exterior. Otros no corrieron con tanta suerte y cayeron al suelo, siendo pisoteados sin piedad por la frenética multitud.

En unos momentos el lugar quedó vacío. Con zapatos de mujer y botellas de cerveza quebradas por doquier.

Los asistentes esa noche, al llegar a su casa, se dieron cuenta que traían moretones por todos lados, por los golpes que sufrieron mientras desalojaban el sitio, pero en el momento, la adrenalina no les permitió sentir dolor.

Tras el curioso hecho, el Silverado Rodeo tomó más fama a nivel regional  y llegaban más clientes de diversas ciudades y poblados a los alrededores de Laredo, Texas, con la esperanza de poder ver al "diablo" quienes se lo habían perdido.

Por otro lado, quienes sí lo miraron, dejaron de acudir durante meses, pues el impacto que dejó en ellos, incluso con el solo hecho de pasar por allí, ya sea hacia su trabajo, su casa o a donde fuera, hacía que se les pusiera la piel de gallina.

Del misterioso sujeto y sus guapas amigas nunca más se supo nada. Llegaron como el viento y se fueron como un relámpago para no ser vistos nunca más, al menos en el mismo sitio.

Si eres de esta ciudad seguro conoces esta leyenda urbana, con tintes de película de terror, aunque los escépticos afirman que todo se debió a un episodio de histeria colectiva, a causa del alcohol, deshidratación y sugestión.