Un panteón al sur de la ciudad guarda una de las historias sobre decesos infantiles más significativos en esta frontera, ya que se habla de una epidemia en 1955 que dejó un saldo de 70 pequeños sin vida, quienes tienen su espacio en el panteón Jardín de los Ángeles.
“Esas tumbas están muy cerca de donde está la de mi familia y recuerdo que cuando era niño íbamos a visitar a un tío y mi abuela me contaba que esas tumbas eran de unos angelitos que habían muerto a causa de la fiebre amarilla”, mencionó Gustavo, conocedor del tema.
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Cada 1 de noviembre se celebra a Todos los Santos y se recuerda a los niños que partieron de la vida terrenal, por lo que esta historia cobra relevancia al tener un espacio visible para recordarlos, por ello el dueño del lugar, quien se conmovió con la noticia, donó un espacio.
Desafortunadamente, con los años, las tumbas, marcadas con una cruz de madera, han ido quedando en el olvido.