Sin duda pasando por el pasillo del supermercado hemos visto pollo blanco y amarillo, prefiriendo uno por sobre el otro, guiándonos muchas veces por el precio o incluso por el color. Esta distinción causa desconocimiento de la carne a consumir, sin que realmente sepamos lo que nos conviene.
Y es que desde mucho tiempo atrás se ha asociado erróneamente el color de la carne de pollo con su frescura y calidad nutricional, lo cual es completamente un mito, pues son otros factores los que podrían influenciar en este hecho.
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Según la Asociación Nacional de Aves de Corral de Estados Unidos, la variación en el color de la carne de pollo se debe principalmente a factores genéticos y a la alimentación del ave.
Pollo amarillo y pollo blanco
En el pollo amarillo, su dieta se basa principalmente con una dieta rica en maíz y la alfalfa. Dichos alimentos son ricos en pigmentos naturales como el betacaroteno, el cual se acumula en los tejidos grasos del ave, dándole el color característico del amarillo.
Por otro lado, los pollos de carne blanca son criados con una dieta que contiene menos pigmentos, lo que resulta en una carne de tonalidad más clara.
Por lo anterior, al elegir entre pollo amarillo y pollo blanco, los consumidores pueden estar seguros de que están adquiriendo un producto igualmente nutritivo, independientemente de su color.