¿Por qué asamos carne en el norte?; la razón viene desde Europa

No puede faltar un fin de semana donde no se lleve a cabo una carnita asada; ya sea un buen cabrito, unos diezmillos o la arrachera; por supuesto que sin obviar las costillitas en cualquiera de sus variantes.

En el norte del país, aunque principalmente, en las zonas tamaulipecas o Monterrey, Nuevo León, forma parte de la genética norteña; las nuevas generaciones aprenderán, como si fuera ley, a prender el carbón.

Ya no preguntamos cómo inició la tradición, solamente nos limitamos a disfrutar de las tradicionales reuniones en torno a un asador, las brasas y el humo que desprenden los cortes de carne elegidos.

Pero, esta tradicional comida llega desde hace muchos años a nuestro país y, originalmente, tenía que ver con la forma en la que debían comerse los alimentos.

Como sabes, en el norte del país casi no vivían personas, mucho menos sociedades enteras; en los siglos XVIII y XIX, los gobiernos españoles que en aquel momento gobernaban en México, ofrecías las tierras alejadas del norte a quién quisiera vivir en ellas.

Por desgracia nadie o casi nadie quería vivir por acá, pues la vegetación era casi nula, las ciudades estaban muy poco desarrolladas y la falta de asentamientos humanos, eran los obstáculos que encontraban las personas a las que se ofrecía venir a vivir acá.

Los que quisieron venir a vivir acá, precisamente, eran algunos grupos humanos que estaban establecidos en Europa y que se encontraban buscando una nueva tierra en dónde vivir.

Estos grupos sociales pertenecían a una cultura religiosa que estaban buscando nuevas tierras para practicar sus tradiciones y costumbres alejados del bullicio de las ciudades.

Las religiones de los grupos humanos que llegaron eran principalmente de los dominicos, franciscanos y anglicanos, y fieles a sus costumbres de austeridad mantenían vigente los holocaustos a Dios de la forma original como se ve evidenciada en los antiguos testamentos.

Ellos comían sazonando  la carne únicamente con sal y colocándola sobre las brasas;  ofreciéndolo en holocausto a su Dios; por supuesto, después lo comían. Esta tradicional forma de ingerir los alimentos fue quedando a través de las generaciones, hasta nuestro días de hoy.