A pesar de que en Estados Unidos todavía el 20 o 30 por ciento de las mujeres conservan su apellido de soltera, la gran mayoría toman el apellido de su esposo una vez que contraen matrimonio.
En la Gran Bretaña sucede lo mismo y esto se debe a una costumbre de "tradición patriarcal", según un estudio de Simon Duncan, profesor de la Universidad de Bradford, en Reino Unido.
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“Es la idea que se tiene de que una mujer casada se convertía en una de las posesiones del hombre”.
Además de Estados Unidos y Gran Bretaña, también gran parte de Europa occidental sigue el mismo patrón con excepción de España, Islandia y Grecia.
Sin embargo, los motivos del porqué todavía algunas mujeres se cambian el apellido fueron la persistencia del poder patriarcal y la idea de ser una “buena familia”, de acuerdo a resultados de una investigación liderada por Duncan.
Por su parte, Deborah Carr, profesora de sociología y directora del Centro de Innovación de la Universidad de Boston, confirmó que culturalmente se trata de una noción de propiedad “del padre” y “del esposo”.
También puede deberse a que, políticamente hablando, adoptar el apellido del marido otorga ciertas protecciones legales, económicas y familiares, especialmente cuando hay hijos de por medio.