Cuando muere un Papa, aunque sea emérito como en el caso de Benedicto XVI, Joseph Aloisius Ratzinger, se siguen ciertos protocolos, que van desde razonables hasta curiosidades bastante extravagantes.
Al principio, deberá confirmarse la muerte del Papa con tres golpes de un martillo de plata en la frente para comprobar que efectivamente ha muerto; esto lo realiza el Cardenal Camarlengo en compañía de la Guardia Suiza.
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Las tres veces, se menciona su nombre y se pregunta: "¿duermes?", cuando no se consigue respuesta se exclama: "De verdad el Papa ha muerto".
Se realiza el anuncio a los demás cardenales; y el Cardenal Vicario anunciará al mundo que el Papa ha dejado de existir.
Ahora viene la parte de la presentación del cuerpo; momento en el que se realiza la tanatopraxia para que el cuerpo esté en mejores condiciones.
Este proceso es similar al que se realizaba con los faraones egipcios para que sus cuerpos se preservaran más tiempo y en mejor forma. Una personalidad que en últimas fechas también lo hizo así, fue Pelé, el futbolista brasileño.
El proceso involucra el retiro de vísceras del cuerpo; corazón y los órganos más allegados a éste, para que no se descomponga tan rápidamente y pueda lucir más presentable para lo fieles católicos que se despedirán de él.
Las vísceras, una vez retiradas, son colocadas en una urna, y ésta es llevada a la Iglesia de San Vicente y San Atanasio.
Esta hermosa iglesia se encuentra en la Plaza de Trevi en Roma, Italia. Y es famosa por la bella fuente que hay allí, llamada Fuente de Trevi.
En esta iglesia reposan los precordios, vísceras de algunos Papas, ya que se creía anteriormente que estos órganos contenían los humores y amores o sentimientos de las personas.
Así, que con esta práctica se cumplían dos objetivos; embalsamar de mejor manera los cuerpos de los Papas y, al mismo tiempo, recordar sus sentimientos en la bella iglesia de la Plaza de Trevi y la fuente que adorna ahí.