Al igual que Andrea y su hija, actualmente más de mil 500 personas migrantes viven en las calles de Reynosa en condiciones de precariedad que atentan contra la dignidad humana.
Esta población, entre la que se cuentan cientos de menores de edad y mujeres embarazadas, sobreviven en una de las zonas más peligrosas de la ciudad bajo un clima extremo, sin agua potable, sin apoyo en alimentación ni baños, sin luz eléctrica ni servicios de salud.
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El flujo migratorio es protagonizado por personas haitianas, aunque también hay una importante proporción de migrantes centroamericanos y mexicanos desplazados por la violencia en estados como Chiapas, Zacatecas y Guerrero. La mayoría está a la espera de encontrar un espacio en alguno de los escasos albergues de la ciudad, los cuales conjuntamente sólo tienen capacidad para recibir a 3 mil personas y se ven superados por el volumen de población.
Esta emergencia humanitaria es causada por la aplicación en Estados Unidos del Título 42, una de las normas migratorias más regresivas de la historia que permite la expulsión inmediata de personas migrantes y solicitantes de asilo hacia ciudades del borde norte de México como Reynosa.
Durante los últimos meses, excepciones a esta norma están permitiendo el paso regular de personas hacia EU para continuar sus solicitudes de asilo desde allí.
Sin embargo, el ritmo de ingresos es mucho menor a la cantidad de población que llega a Reynosa en busca de acceder. Mientras 200 logran cada día atravesar la frontera hacia Hidalgo, Texas, otras 400 son registradas en las listas de espera para ingresar a los albergues.
Los esfuerzos locales por brindar atención a la población son sobrepasados por la magnitud de las necesidades. Las agencias internacionales realizan monitoreo, pero tienen escasa participación en la atención de la emergencia.
Por tanto, la ayuda disponible proviene de la sociedad civil y organizaciones humanitarias que tienen recursos cada vez más reducidos.
“Decidimos ampliar nuestra atención centrada en los albergues de Reynosa para ofrecer un apoyo a la población que vive en las calles en pésimas condiciones de subsistencia, hábitat y seguridad.
“Sin embargo, sabemos que hace falta una respuesta sostenida, articulada e integral para mejorar la situación de las personas que migran en búsqueda de bienestar”, afirmó Pamela Rosales, coordinadora del proyecto de MSF en Reynosa. Mientras eso ocurre, Andrea y su hija seguirán intentando sobrevivir en las calles de la ciudad.