Los mandatarios deben hacer visitas a otros gobernantes para mantener sus relaciones estables, sólidas y abiertas; sin embargo, estas visitas no siempre salen como uno hubiera querido o imaginado.
Corría el año de 1997, la icónica Reina Isabel sabía que el popular presidente estadounidense, Bill Clinton, visitaría suelo inglés; y ella deseaba invitarlo a una de las estampas más emblemáticas de la cultura británica; pero él le dijo "no".
Te podría interesar
La visita de Clinton se realizaba para acercar a los mandatarios, Tony Blair acababa de ser elegido Primer Ministro y Estados Unidos quería establecer el primer contacto con sus antiguos aliados.
La Reina Isabel, icónica figura de poder y estrategia política, siempre había tratado de mantener muy cerca a ambas naciones. Ella vivió en carne propia muchos de los momentos que reivindicaron las relaciones entre estadounidenses e ingleses; pero nunca hubiera contado con la negativa de Clinton y más aún por la razón que tenía.
Una de las ideas que tenía el controvertido presidente norteamericano era la de acercarse al Reino Unido; pero alejado de los protocolos rígidos y convencionales. Su petición fue que quería ser un "turista" en Londres y comer en un restaurante indio.
El gobierno británico, por encargo de la Reina Isabel, le informó al Secretario de Gobierno estadounidense que Clinton podía tomar el té con la longeva reina; pero, el gobierno norteamericano dio una negativa rotunda a esta petición.
La hora del té, es una faceta icónica y bastante simbólica del pueblo británico; lo acostumbran acompañar con limón, leche o miel; además de algún pastelillo. Es una de las grandes tradiciones de Inglaterra y, sin embargo, Clinton rechazó la invitación de la monarca.
La razón del rechazo; tal como lo expuso el mismo Clinton, es que quería alejarse del protocolo y dedicarse únicamente a la parte divertida de la visita al país europeo. Es de suponer que considerara a la Reina Isabel y la toma del té como algo aburrido. Aunque, dijeron los estadounidenses, si la negativa constituiría una ofensa, Bill aceptaría.
Al final, no se concretó el té de Clinton con la Reina Isabel. La anécdota no pasó a más. Al parecer, la visita fue bastante divertida y Clinton pudo "turistear" bastante por los rincones y clásicos lugares ingleses; ya que al siguiente año, en 1998, Clinton fue mediador para resolver los conflictos entre Reino Unido e Irlanda del Norte.