SOPA DEL DÍA

El engaño

Escrito en OPINIÓN el

Si hay alguien que no debería estar lidiando con llamadas amenazantes son nuestros queridos abuelitos. Pero la realidad es más cruel que un recibo de CFE en verano: los adultos mayores se han convertido en el blanco preferido de los extorsionadores telefónicos. 

En lo que va del año, ya van ocho denuncias formales sí, formales, porque las otras se las traga el silencio- por este delito en la ciudad. ¿Mucho? ¿Poco? Depende. Pero para ser apenas enero y febrero, es el registro más alto en un primer bimestre.

Como lo publicó El Mañana esta semana, el secretario del Ayuntamiento, Juan Ángel Martínez, no se anduvo por las ramas:  “Que no se deje engañar la gente con estas llamadas de extorsión; principalmente con los teléfonos que no se conozcan o que sean de otra Lada... colgar de inmediato”.

Y tiene razón. Todo empieza como una llamadita inocente desde un número desconocido: “¡Abuelita, me tienen secuestrado!”, o “Hablamos de Amazon, y le vamos a entregar un paquete. Le vamos a mandar una guía”, —y la pobre doña Lupita ya está vaciando la tanda y la pensión para liberar a un nieto que está, en realidad, roncando en su cama, o para ver que su teléfono fue clonado. 

La estrategia no es nueva, pero sigue funcionando. ¿Por qué? Porque los adultos mayores son más confiados, menos digitalizados y, en muchos casos, están solos. Y ahí es cuando los extorsionadores hacen fiesta. Les piden desde préstamos “urgentes” hasta rescates ficticios, a veces usando nombres comunes que podrían coincidir con un familiar. Es como jugar lotería… pero con el miedo de la gente. 

Y si eso no fuera suficiente, hay que sumar los 36 casos de extorsión formalmente denunciados en los últimos cinco años, más de 180 reportes de abuso de confianza, y la joya de la corona: 406 fraudes.

A pesar de que existe una campaña constante para advertir sobre estas trampas, los extorsionadores siguen encontrando huecos por donde colarse, especialmente cuando del otro lado de la línea hay alguien que contesta con confianza y sin sospechas. 

Porque cuidar a nuestros viejitos… también es enseñarles a colgar a tiempo.

¿Ustedes qué opinan?