La respuesta de la presidenta Claudia Sheinbaum a la imposición arancelaria de la administración de Donald Trump a los productos de México que se exportan a Estados Unidos fue sin duda contundente y en sintonía a la postura del mandatario canadiense Justin Trudeau, de reprobar categóricamente las medidas.
Para muchos mexicanos, al menos esa postura fue motivo de unión, que por un momento, dejaron de lado los colores partidistas, para unirse a esa defensa de la soberanía nacional.
En los discursos de los mandatarios tanto de México, como de Canadá, se abordó el impacto económico de las medidas que implementará Estados Unidos, por supuesto, sin embargo, se inclinaron también en gran medida por lo que esto significa para relaciones entre los tres países que tienen desde hace décadas, tratados que se encaminan al libre comercio, con el TLC y ahora el T-MEC, así como otras implicaciones diplomáticas, en virtud de ofensa a la soberanía.
Fundamentar los aranceles del 25 por ciento en una especie de cláusula de represalia por el consumo de fentanilo y la epidemia de opioides en general, que tanto afecta a Estados Unidos, ubicando como culpables principales a México y Canadá, fue para Sheinbaum y Trudeau, un discurso un tanto irresponsable, pues si bien el tráfico involucra a esos países, estarían compartiendo responsabilidad tal vez en menor proporción, que con aquella nación que por diversas razones ha sido el epicentro de la demanda de diversas drogas, algunas de las cuales se venden incluso de manera legal en las farmacias.
‘La soberanía no se negocia’, fue una de las frases que resaltó Claudia Sheinbaum Pardo en su discurso, además de resaltar que la propia Agencia de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos (ATF, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos, reconoció el 8 de enero de este año, que el 74 por ciento de las armas proviene de forma ilegal de la industria militar en aquel país.
Atacar de fondo el consumo de drogas y la venta de armas es para Sheinbaum la mejor estrategia si se lleva a cabo la colaboración entre países.
El vandalismo en las parroquias locales no es nada nuevo, sin embargo, este fin de semana sí fue más allá de lo usual, luego de que alguna persona o grupo realizó pintas o grafiti al exterior de la catedral con simbología que sin duda buscaba ofender a la religión católica.
Independientemente del credo o incluso laicidad de los ciudadanos, no deja de ser un acto reprobable por la intención que ese acto implica, incluso si se llegara a tratar de alguna ‘broma’ pesada.