Hola querida familia, amigos y lectores, les saluda su amiga, La Dire Diana Alejandro. Esta semana quiero hablarte de un tema que no es precisamente de cuadernos, pizarrón o calificaciones… pero sí un asunto que, como familias y comunidad, no podemos dejar fuera de la conversación: la educación para el autocuidado y la autoprotección de nuestros niños y adolescentes.
Porque, seamos honestos: por más atentos que estemos, no podemos acompañarlos todo el tiempo. Van a la escuela, a casa de un familiar, a entrenar, a la tienda, al transporte… y en esos trayectos cotidianos —los que parecen “normales”— es donde más vale tener acuerdos claros de prevención. A veces el riesgo no llega con apariencia “amenazante”; a veces llega disfrazado de urgencia, de amabilidad o de una historia que busca confundirlos.
A muchos padres nos han repetido la frase: “No hables con extraños”. Y claro que es importante. Pero con el paso del tiempo he entendido algo: no basta con una advertencia general; nuestros hijos necesitan herramientas concretas, una guía que les ayude a actuar con seguridad cuando se sientan nerviosos, presionados o asustados.
Hoy quiero dejarte un tip sencillo, práctico y poderoso: la palabra clave familiar.
Imagina esta escena (aunque nos incomode, sucede): un adulto se acerca a un niño y le dice: “Tu mamá tuvo un accidente, me pidió que viniera por ti”, o “tu papá me mandó”, o “tu abuelita está mal y debes irte conmigo”. En ese instante, el niño puede sentir miedo, urgencia y confusión… y si no está preparado, podría obedecer por la presión del momento.
Aquí es donde entra la palabra clave: un acuerdo secreto entre la familia y el hijo. Una palabra o frase que solo ustedes conozcan y que se use únicamente para confirmar si realmente alguien fue enviado por mamá, papá o tutor.
La regla debe quedar clarísima desde casa (y repetirse de vez en cuando, como si fuera un ejercicio):
1. No me voy con nadie que no conozca.
2. Si alguien dice que lo mandó mi familia, debo pedir la palabra clave.
3. Si no la sabe, no me voy.
4. Busco un adulto seguro y aviso de inmediato (maestro, prefectura, dirección, guardia, policía, o un vecino de confianza; incluso entrar a un lugar concurrido).
¿Y qué puede ser esa palabra? Algo fácil de recordar para tu hijo, pero difícil de adivinar para un extraño: un apodo familiar, una palabra inventada, un recuerdo de un viaje, el nombre de un juguete, una combinación de palabra y número… Lo importante es que no sea obvia, no se publique en redes y no se comparta con nadie. No “amor”, no “mamá”, no el nombre de la mascota que aparece en Facebook. Algo verdaderamente privado.
Y aquí va un detalle que considero clave: no se trata solo de dar la palabra, sino de enseñarles qué hacer después. A dónde moverse, a quién pedir ayuda, cómo levantar la voz, cómo decir “¡no!” sin sentirse culpables. Porque muchos niños obedecen por educación, por miedo a “portarse mal” o por temor a equivocarse. Y nosotros debemos dejarles claro: “Si algo te incomoda, si algo no te cuadra, tienes derecho a protegerte.” Eso también es educación.
Ahora, ojo: esto no es solo para niños pequeños. Con adolescentes también funciona, sólo que se adapta. Puede ser una contraseña para confirmar quién pasa por ellos, una frase corta por mensaje, o un acuerdo firme: “si no confirmo contigo, no me voy”. En su mundo, el riesgo no siempre llega con “dulces”; a veces llega con “vente, no pasa nada”, con un ride “de confianza” o con una historia urgente para hacerlos actuar sin pensar.
Y quiero decirlo con toda claridad: no se trata de enseñarles miedo; se trata de enseñarles autoprotección. Educar con amor también es anticiparnos. También es hablar de lo que no queremos imaginar, para evitar lo que nunca quisiéramos vivir. La prevención no es paranoia: es responsabilidad.
Te propongo algo muy concreto: hoy, al terminar de leer esto, siéntate con tus hijos —cinco minutos bastan— y establezcan su palabra clave. Practíquenla en distintos escenarios. Y diles algo que les dé seguridad: “Si un día dices ‘no’, si gritas, si corres, si pides ayuda… yo estaré orgullosa de ti, porque te estás cuidando.” Cuando un niño entiende que su seguridad está por encima de “quedar bien”, da un paso enorme en autocuidado.
Cierro con esta idea: una palabra puede parecer poca cosa… hasta que se vuelve la diferencia entre una confusión y una decisión que protege la vida.
Queridos lectores, los invito a reflexionar sobre este tema. ¿Qué opinan? ¡Me encantaría escuchar sus opiniones!
Con cariño a mis lectores,
La Dire Diana Alejandro
