COMPARTIENDO OPINIONES

En tiempos de Díaz Ordaz

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El 18 de octubre de 1970, acababa de inaugurarse la nueva basílica de Guadalupe en la ciudad de México. Por ese motivo, el Papa Paulo VI envió un mensaje que, a pesar de haber sido pronunciado hace 55 años, no ha perdido su vigencia:

“Amadísimos hijos, deseamos unir nuestra voz a ese himno filial que el pueblo mexicano eleva hoy a la Madre de Dios. La devoción a la Virgen Santísima de Guadalupe debe ser para todos ustedes una constante y particular exigencia de auténtica renovación cristiana. La corona que ella espera de todos ustedes no es tanto una corona material, sino una preciosa corona espiritual, formada por un profundo amor a Cristo y por un sincero amor a todos los hombres: los dos mandamientos que resumen el mensaje evangélico. La misma Virgen Santísima, con su ejemplo, nos guía en estos dos caminos.

“Un cristiano no puede menos que demostrar su solidaridad para solucionar la situación de aquellos a quienes aún no ha llegado el pan de la cultura o la oportunidad de un trabajo honorable y justamente remunerado; no puede quedar insensible mientras las nuevas generaciones no encuentren el cauce para hacer realidad sus legítimas aspiraciones, y mientras una parte de la humanidad siga estando marginada a las ventajas de la civilización y del progreso. Por ese motivo, en esta fiesta tan señalada los exhortamos de corazón a dar a su vida cristiana un marcado sentido social —como pide el Concilio—, que los haga estar siempre en primera línea en todos los esfuerzos para el progreso y en todas las iniciativas para mejorar la situación de los que sufren necesidad. Ved en cada hombre un hermano, y en cada hermano, a Cristo, de manera que el amor a Dios y el amor al prójimo se unan en un mismo amor, vivo y operante, que es lo único que puede redimir las miserias del mundo, renovándolo en su raíz más honda: el corazón del hombre.

“El que tiene mucho que sea consciente de su obligación de servir y de contribuir con generosidad para el bien de todos. El que tiene poco o no tiene nada que, mediante la ayuda de una sociedad justa, se esfuerce en superarse y en elevarse a sí mismo y aun en cooperar al progreso de los que sufren su misma situación. Y, todos, sienten el deber de unirse fraternalmente para ayudar a forjar ese mundo nuevo que anhela la humanidad. Esto es lo que hoy les pide la Virgen de Guadalupe, ésta la fidelidad al Evangelio, de la que ella supo ser el ejemplo eminente.”

Hasta aquí el mensaje. Su lectura se puede encontrar en el libro de oraciones Liturgia de las Horas del 12 de diciembre. El texto lo leí por primera vez cuando era estudiante en el Seminario y me sorprendió por su claridad. En ocasiones, muchos de nosotros nos quedamos en lo más superficial del culto a la Virgen, en una forma que no cuestione nuestra vida. Más que las peregrinaciones, cantos o imágenes, debemos de recordar que nos convertimos en colaboradores de la Virgen, cuando, como ella, buscamos remediar las miserias, penas y dolores que aquejan a muchas personas que están a nuestro alrededor…. O en nosotros mismos. Su ejemplo y cercanía deben hacer despertar lo mejor de nosotros mismos. Ser sus embajadores es el desafío en el que cada uno de nosotros, tiene la última palabra.

Padreleonardo.hotmail.com