COMPARTIENDO OPINIONES

Se llamaba Marianny

Escrito en OPINIÓN el

Era de origen venezolano y vivía en un municipio de Puebla. Decidió terminar con su vida tirándose desde un puente peatonal. Tenía 20 años. Tuvo tiempo de escribir su mensaje de despedida en las redes sociales. Este es parte de su mensaje:

“Échenle muchas ganas a la vida, yo muchas veces creí que tenía potencial para algunas cosas, pero me termine convenciendo de que no, la vida es bonita, adoro vivir y sentir los rayitos de sol en mi piel y las gotas de lluvia en mi cabello.

Por miedo a fracasar nunca me anime y cada día que pasaba por mi cuarto se volvía un grado de putrefacción acumulada, mal olor, vergüenza, miedo, decepción, ansiedad y desesperación, entrar a mi habitación era como ver una mente destrozada. Aunque mi mami me dice que porque soy una floja (yo creo que también tiene razón)” 

El mismo día, una persona llamada Antonio Enrique, quien acudió al Hospital General de manera solitaria, de esa manera murió dos días después, en el total abandono. A nadie le importó su dolor… a nadie le importó su muerte ¿Su edad? Entre 35 y 40 años.

La semana pasada aparecían las dos noticias en El Mañana, mientras recordaba que en los próximos días se celebrará en nuestro país el Día de Muertos. Una celebración que ha aparecido en películas como “Superman contra Batman”, “Coco” y hasta una película de James Bond y que cada vez cobra más fuerza en nuestro país. Los panteones del país tendrán más visitas ese día que todos los días del año.

Y, aunque este día se honra a los seres queridos que nos han precedido, pero también recordar que hay vivos que están más muertos mientras están vivos, que muchas personas que reposan en el panteón. Una vida sin sentido y con decisiones que nos llevan al aislamiento o que el miedo al fracaso nos paralice, no es la vida. La vida, desde el punto de vista de nuestra racionalidad es la oportunidad de nuestra propia existencia vinculada al carácter humano, responsabilidad, razón y conciencia, y de la dignidad de la persona. Reducir la vida a un hecho biológico, cuyo único objetivo es el de cubrir con las necesidades básicas, es una definición muy pobre de la vida.

Hace pocas semanas, en el documento “Dilexit te”, el Papa escribió, entre otras cosas, un cuestionamiento muy serio a la forma en que estamos eligiendo vivir:

“La ilusión de una felicidad que deriva de una vida acomodada mueve a muchas personas a tener una visión de la existencia basada en la acumulación de la riqueza y del éxito social a toda costa, que se ha de conseguir también en detrimento de los demás y beneficiándose de ideales sociales y sistemas políticos y económicos injustos, que favorecen a los más fuertes… El hecho es que muchas formas de indiferencia que hoy encontramos son signos de un estilo de vida generalizado, que se manifiesta de diversas maneras, quizás más sutiles. Además, como todos estamos muy concentrados en nuestras propias necesidades, ver a alguien sufriendo nos molesta, nos perturba, porque no queremos perder nuestro tiempo por culpa de los problemas ajenos. Estos son síntomas de una sociedad enferma, porque busca construirse de espaldas al dolor# (Papa León XIV)

Esta obligación no debe convertirnos en seres pasivos que, a pesar de su inteligencia, opta por decisiones que las destruyen física y emocionalmente, es nuestra responsabilidad. Sin embargo, aun así, no podemos abandonar a su suerte a quienes sufren la consecuencia de sus malas decisiones. Esa es la diferencia entre vivir y elegir vivir como nos corresponde, como seres humanos. Pero en ello, como siempre, usted tiene la última palabra.

Padreleonardo.hotmail.com