A la gente de antes y ante la llegada del 2000, ese año se les vislumbraba como de modernidad, novedoso, al considerar el hecho como ese punto final al proceso de idear, construir para pasar a disfrutar, bien vivir, sin embargo y veinticuatro años después, tal parece que el futuro aun llegará tarde.
Y no precisamente porque actualmente no se tengan a la mano esos elementos que de cierto modo hagan la vida más fácil, sino al comprobar que muy poca atención se le ha puesto a ese necesario modelo de subsistencia en todos los aspectos del que requiere, con lo que convive, disfruta o interactúa el ser humano.
Recordar que después de finalizada la Segunda Guerra Mundial desde los años cuarenta hasta los setentas, las caravanas de trailahouse o vehículos arrastrando pequeños remolques repletas de gringos era la novedad, otra visión de vida sobre territorio mexicano, extranjeros que venían de grandes ciudades o estados como Texas, Nueva York, Chicago, Los Ángeles, Pensilvania o del mismísimo Washington.
Haciéndose costumbre el admirar a esos veteranos de guerra o jubilados conduciendo sus carros o “trokas” modernas, luciendo llamativas vestimentas, portando por igual lujosos collares y sombreros las damas, relojes y fino calzado los caballeros, adicionado con esa piel blanca y cabellos rubios brillantes, hospedándose en caros hoteles, comiendo en prestigiados restaurantes, semejaba que éstos venían de ciudades modernistas, con tintes de ese futuro deseado.
Los medios de comunicación por igual se encargaban de reflejar a través de las páginas de los periódicos, tiras de caricaturas futuristas, la radio y televisión transmitía las primeros radionovelas o series radiales, que hacían volar la imaginación hacia ese panorama de vida impecable y modernista; la televisión se encargaba de proyectar series, caricaturas, películas en donde el ser humano interactuaba en grandes ciudades llenas de tecnologías que le hacían la vida más llevadera.
Por igual los libros y a través de sus narrativas poseían esa influencia sobre los seres humanos para trasladarlos hacia sitios inimaginables, que iban desde adentrarlos hacia esas limpias ciudades en forma de cápsulas, ordenados edificios transparentes, medios de transporte individual o familiares que atravesaban los cielos sin contaminar, robots que les servían o facilitaban su diario vivir.
Lamentable es el reconocer que y aun ya lejanos de ese año dos mil, nada de lo que se imaginaba, de lo que se deseaba, ha sido realidad, pues en cuestiones de vivienda, de urbanidad, servicios públicos, entre otros aspectos tan importantes para bien vivir, por lo visto la tecnología, la modernidad, el futuro en éstos aún no ha llegado.
Cierto, la tecnología ha avanzado considerablemente al grado de que todo ser humano hoy en día la posee de alguna forma en las comunicaciones, en los equipos para el trabajo, en las finanzas, pero cierto también es que esta tan solo se ha estado desarrollando, aplicando hacia lo que más dinero deja a esos grandes desarrolladores de este tipo de futuro tecnológico.
Por lo mismo, enfocándose y en su mayoría tan solo a la comunicación, como son los equipos de telefonía celular o móvil, a aplicarla en la movilidad como es la industria automotriz, lo que mueve al dinero, pero curiosamente muy poco en el desarrollo urbano.
El aplicar esas nuevas tecnologías para procurar ese modelo mundial de ciudades completas y funcionales en todo el sentido de la palabra, estableciendo nuevos sistemas de drenaje, de comunicación, armoniosos modelos de casas habitación, trazado de calles y caminos eficientes y amigables.
Utilizar esas herramientas tecnológicas del futuro para erradicar de una buena vez la basura, implementar novedosos programas de transporte, ordenamiento del desplazamiento peatonal, solucionar el ruido y la contaminación visual y atmosférica.
Quizás con todo esto que aun no se ve su ordenamiento, se pudiera pensar que se anhela mucho ante un futuro que aún no ha llegado, pero si se retrocediera hacia los años cuarenta y hasta la actualidad y comprobar que nada de esto ha sucedido, ¿Se tendría que esperar otros cien años para ver si al menos algo ya cambio?
O entender que nada de ese futuro llegará, que nada de eso que a través de los medios de comunicación de antaño y en todos sus formatos, de libros lo hacían ver como algo no muy lejano, para el ser humano tarea fácil de cumplir.
Hoy y si se ha tenido la oportunidad de viajar al menos a los Estados Unidos de Norteamérica como país modelo, dará cuenta que esas grandes ciudades de dónde venían aquellos “gringos” que parecían llegados del futuro, adolecen de muchas cosas que de alguna manera permean en la vida diaria de sus habitantes.
Drenajes colapsados, calles en mal estado, iluminación artificial deficiente, proliferación de ratas, insectos como las cucarachas, plazas públicas llenas de “wineros” y homeless, edificios que por fuera son emblemáticos pero que al entrar presentan gran deterioro y suciedad, ante todo esto es válido el cuestionar, ¿en verdad existe el futuro o es solo una ilusión a futuro?