DESDE LA FRONTERA

Las piedras

Escrito en OPINIÓN el

Leonardo Sciascia, en Las parroquias de Regalpetra (Bruguera, 1983 [1956]), evoca su infancia, la Sicilia fascista, la II GM o los sucesivos “arreglos democráticos”. Conjetura, de pasada, los cambios de impuestos sobre la tierra virreinal como trasfondo histórico para extorsiones. Señala la enfiteusis, del griego “implantación”: “[c]esión perpetua o por largo tiempo del dominio útil de un inmueble, mediante el pago anual de un canon y de laudemio por cada enajenación de dicho dominio” (DRAE). Su terrazgo y terrazguito sicilianos resuenan al cobro de piso: “con autorización del ayuntamiento o sin ella, les cobró cuatro pesetas por el piso que ocupaba la mesa, que no sería ni una vara cuadrada” (Los bandidos de Río Frío, XIV, I, 1891).

Loterías revolucionarias, repartos patrimonialistas o multinacionales centrífugas dan en México una cizaña petrificada en extorsiones y extorsionistas:

“[D]ividieron el feudo en parcelas y establecieron un censo no gravoso: nació la pequeña propiedad, pleitista y feroz; un pleito por lindes y cañadas pasa en seguida del perito catastral al perito balístico, los burgueses tienen tanta hambre de tierra como de pan, cada uno intenta comerse la tierra del vecino, devora como un topo los límites e, imperceptiblemente, cada año los desplaza hasta que la contienda estalla y, a menudo, el asunto acaba en la cárcel. Por un árbol que se alzaba en el lindero entre dos propiedades hubo una causa judicial que duró cuarenta años; la ganó el que más y mejor hablaba, cuando de aquel árbol no quedaba sino un tronco astillado” (Sciascia, p. 22).

Las extorsiones, piedras que arrojan sombras antiguas, raros impuestos a consensuar por fuerza, contratos de lo imposible de contratar. Llega un cargo Colef, a lo Federico Campbell:

— Entonces, ¿en Matamoros hay doble imposición?

A estas piedras no las aplana el Derecho; aun con retórica jurídica, son de otro ámbito.

Las piedras, cuerpos no vivientes, demarcan. Las piedras no se levantan, pero casi. Este aire a cuento:

“[C]omo a las doce de la noche, lo subieron junto con su amigo y otro chavo en la cajuela, los llevaron a un cerro donde primero bajaron a la otra persona que llevaban detenida, que posteriormente lo bajaron a él, lo golpearon con unas tablas de la cintura para abajo, hasta la rodilla, luego lo mojaron y le pusieron la máquina de electricidad o sea la chicharra, y le decían que no gritara.

Luego lo soltaron, le quitaron los tenis y le dijeron que corriera y mientras corría le aventaban piedras; que avanzó como unos diez metros pero ya no pudo correr y entonces se dejó caer al suelo y ahí se quedó acostado y esperó un ratito.

Manifestó que empezó a oír cuando su amigo comenzó a gritar, se esperó otro rato, ya cuando no se oía nada entonces se levantó y empezó a buscarlo porque le dijo que no podía caminar, luego bajó por él, trató de cargarlo para subirlo, pero se acostó porque se quejaba de que le dolía todo, y le dijo que cuando le pegaban le preguntaron que si era azteca, pero como les contestó que no, entonces le pegaron más.

Agregó que su amigo le dijo que se iba a morir, entonces lo dejó acostado y bajó del cerro, que encontró una casa donde fue a pedir ayuda, pero salió un señor que le dijo que se alejara y que tenía una pistola, entonces regresó a donde estaba su amigo y ahí se estuvo junto a él, acostado, ya que su amigo estaba respirando muy fuerte y después más lento, hasta que dejó de respirar y sus ojos se quedaron abiertos.

Dijo que permaneció otro rato con él y le hablaba, pero no le contestaba, por lo que bajó del cerro, caminó hasta una calle que se llama Aztecas, llegó hasta donde había casas, en una pidió ayuda y no quisieron ayudarle, por lo que se quedó dormido afuera hasta que amaneció” (Amparo indirecto 828/2014, Acuerdo del Juzgado 7º de Distrito de Amparo en Materia Penal en CDMX contra  actos  de  Jueces  1º  a  6º  Militares,  adscritos  a  1ª Región Militar y Dtor. Prisión Militar del Campo Militar núm. 1A, 11/4/2016, pp. 56-57).