Ante las condiciones de calores extremos y sequía –o falta de lluvias– que se presentan en la región fronteriza (Coahuila y Tamaulipas) que afectan a la disponibilidad de agua, no está demás seguir insistiendo en su cuidado y de la protección de las fuentes de abasto (de la contaminación, de la sobreexplotación, del desperdicio) que nos proveen el vital líquido para afrontar nuestras necesidades básicas en nuestro diario vivir. Me refiero al abastecimiento de agua para el uso urbano y doméstico.
El río Bravo nos une a las ciudades de esta región en materia de abasto de agua para la población. En gran medida de éste nos abastecemos. Tal vez porque esta fuente tradicionalmente nos ha provisto del vital líquido, no dimensionamos su valor y solo en condiciones de escasez nos acordamos de su valía. Además, es probable que mucha gente no sepa de dónde proviene el agua que tomamos, su referente es la llave que tiene en sus hogares. En ese sentido, la información sobre los recursos hídricos es básica para que la población dimensione la importancia del recurso hídrico.
Desafortunadamente la gran mayoría de los habitantes carecemos de información hídrica. Y, además, el reto es “traducir” la información técnica para que la sociedad la entienda y le sirva para actuar en consecuencia (cuidar el agua) e involucrarse en la generación y aplicación de la política hídrica. En el ámbito de la provisión del agua potable, la poca participación social y la escasa información que tenemos sobre el agua se circunscriben a los programas de cultura del agua, los cuales se centran en gran medida en grupos de estudiantes de los distintos niveles y sobre todo en los niños. O la información que obtenemos a través de los medios de comunicación.
En ese contexto urbano, sería importante que toda la población tuviera acceso, por ejemplo, y solo por nombrar algunos aspectos, al denominado concepto del ciclo urbano del agua –que contempla el abastecimiento y el saneamiento y en que el tratamiento de la residual y su retorno a la naturaleza (cuerpo receptor) no deteriore su calidad– o al de agua virtual –la que se utiliza directa o indirectamente en la producción de bienes y servicios–, y con ello extender nuestra visión más allá de un mero consumo de metros cúbicos o litros de agua en nuestros hogares. Ampliar más la información y la comunicación a los diversos grupos sociales acorde a sus particularidades en el uso y manejo del agua –mujeres, usuarios agrícolas, industriales, ONG, etcétera–.
Pero, como se señaló, las campañas de cultura del agua se reducen en gran parte al público infantil o al estudiantil y al uso en nuestros hogares. Y por lo regular, se pide a la población que cuide, ahorre, conserve el agua y no la desperdicie. Cuando la cultura del agua nos compete a todos y todas: a funcionarios de los distintos niveles e instituciones involucradas con el tema del agua y a la población en general. Es contradictorio cuando se invita a la población a ahorra agua y por otra parte se desperdicia por fugas o mal manejo en la provisión del agua potable.
Decíamos que el río Bravo nos une en esta región en materia de agua y que siempre tenemos agua de esa fuente para el abasto urbano, ante las condiciones de sequías o bajas disponibilidades del recurso. Por ejemplo, actualmente el almacenamiento en las presas internacionales y que se ubican en esta cuenca, las Presas Amistad y Falcón, están en niveles del 21 y 10.2 por ciento, respectivamente (https://cila.sre.gob.mx/cilanorte/index.php/avisos/176-cpiYarb), datos preliminares al 20 de mayo. Niveles bajos. Por ello, nos toca hacer un mejor uso del agua y proteger esas fuentes.