COMPARTIENDO OPINIONES

‘El que no quiera trabajar que tampoco coma’

Escrito en OPINIÓN el

Y llega el Día del Trabajo. Hace no muchos años, se obligaba a desfilar a los obreros por sus sindicatos, con la amenaza de que su sueldo sería rebajado si se ausentaban, mientras mostraban alabanzas al gobernante en turno. Tiempos que esperamos que nunca vuelvan.

Sin embargo, el tema sigue siendo actual. Mientras populistas, con tal de conseguir el voto popular, llegan a proponer que se puede vivir sin trabajar -pudiendo hacerlo-, subsidiados por los impuestos que pagan los ciudadanos, y no por el gobierno, que degrada a seres humanos para convertirse en parásitos, hay que luchar por darle al trabajo, una manera de darle dignidad al ser humano, donde sus sueños y realidades se realicen con su trabajo y responsabilidad.

La irresponsabilidad de quienes han hecho de la pereza una forma de vida, no merece ser apoyada, sino corregida. Por eso, quiero mostrar la enseñanza del Papa que, el primero de mayo de hace cuatro años, sobre la importancia del trabajo:

“Y Dios creó”. Un Creador. Creó el mundo, creó al hombre, y le dio al hombre una misión: administrar, trabajar, llevar adelante la creación. Y la palabra trabajo es la que usa la Biblia para describir esta actividad de Dios. Y le dio esta actividad al hombre: “Debes hacer esto, cuidar aquello, aquello otro, debes trabajar para crear conmigo —es como si lo dijera así— este mundo, para que pueda continuar”. Tanto es así que el trabajo no es más que la continuación del trabajo de Dios: el trabajo humano es la vocación del hombre recibida de Dios al final de la creación del universo.

Y el trabajo es lo que hace al hombre semejante a Dios, porque con el trabajo el hombre es un creador, es capaz de crear, de crear muchas cosas, incluso de crear una familia para seguir adelante. El hombre es un creador y crea con el trabajo. Esta es la vocación. Es decir, el trabajo tiene en sí mismo una bondad y crea la armonía de las cosas e involucra al hombre en todo: en su pensamiento, en su acción, en todo. El hombre está involucrado en el trabajo. Es la primera vocación del hombre: trabajar. Y esto le da dignidad al hombre. La dignidad que lo hace parecerse a Dios. La dignidad del trabajo.

En la historia hemos leído de las brutalidades que cometieron con los esclavos: los llevaban de África a América, y nosotros decimos “cuánta barbarie”... Pero aún hoy hay tantos esclavos que no son libres de trabajar: se ven obligados a trabajar, para sobrevivir, nada más. Son esclavos: son trabajos forzados, injustos, mal pagados y que llevan al hombre a vivir con la dignidad pisoteada. La esclavitud de hoy es nuestra indignidad, porque quita la dignidad  a todos nosotros. Piensa en los trabajadores, en los que trabajan a jornada, que los haces trabajar por un salario ínfimo y no ocho, sino doce, catorce horas al día: esto sucede hoy, aquí. En todo el mundo, pero también aquí. Piensa en la empleada del hogar que no tiene un salario justo, que no tiene asistencia de la seguridad social, que no tiene jubilación.

En cambio, la vocación que Dios nos da es muy hermosa: crear, re-crear, trabajar. Pero esto puede hacerse cuando las condiciones son justas y se respeta la dignidad de la persona.

Hoy nos unimos a muchos hombres que conmemoran hoy el Día del Trabajo, por aquellos que luchan por la justicia en el trabajo, por aquellos —buenos empresarios— que realizan el trabajo con justicia, aunque ellos pierdan. Esta conciencia de tantos empresarios buenos, que cuidan de los trabajadores como si fueran sus hijos. Recemos por ellos también. Y pidámosle a San José que nos ayude a luchar por la dignidad del trabajo, para que haya trabajo para todos y que sea un trabajo digno. No un trabajo de esclavos”.