El pasado Viernes Santo, como lo he hecho durante muchos años, me fui a México para visitar este día a Elena Poniatowska, nos pasamos una tarde muy agradable, nos acompañó su nieto Thomas, hijo de Mane el mayor de los hijos de Elena. Emanuel es un académico pero no totalmente alejado de la vida del arte, pues hace teatro junto con su otro hijo Andrés, el que por cierto no estaba pues había se ido a vacaciones y aunque la cita era para merendar, nos terminamos tomando mejor un delicioso tequilita, que le puso chispa a la conversación.
Me gusta platicar de Elena como si fuera del pueblo, porque de muchas maneras si nos pertenece, el hecho de que nos visite con cierta frecuencia, desde la primera vez, cuando fue invitada por la Sra. Ninfa Deándar, directora de este periódico, para que nos diera una conferencia, fecha en que me encomendó hacer su presentación para posteriormente llevarla a cenar, que por cierto fuimos al tristemente desaparecido Motel El Río, ese era nuestro lujo en aquel entonces. Esa noche, durante la cena, nacería una amistad que perdura hasta estos días y han transcurrido más de 35 largos años.
En las primeras visitas que le hice a Elena, en aquellos años, la Ciudad de México se quedaba casi vacía, porque sus habitantes corrían a las playas, Acapulco principalmente; eso propiciaba que dejaran la ciudad muy sola y vacía, lo que hacía las delicias de los provincianos que llegábamos a pasar la Semana Santa en nuestra capital. Bueno, pues ese fenómeno ya no se da. Ahora es tanta la población y tantos los que llegamos de fuera, que la ciudad sigue muy congestionada. De cualquier manera, las largas filas son menores, el Metro luce menos abarrotado y no hacemos filas para entrar a los diversos lugares a los que vamos cotidianamente.
Pero volvamos a casa de Elena el viernes en la tarde. Yo voy con la intensión de oírla hablar, de que platique los miles de anécdotas que tiene de sus múltiples reuniones con personajes como Carlos Monsiváis, que fuera su gran amigo durante siempre y hasta que murió, o de sus largas charlas con el otro Carlos, Fuentes, o de sus diferencias con Octavio Paz, pero que aun así le escribió el libro “Las palabras del árbol” muy a modo para que no fuera a molestarse, o también de sus pláticas coincidentes con su gran amiga Marta Lamas, con la que por cierto había comido ese viernes, razón por la que me citó hasta las 7:00 de la tarde.
Por cierto que cuando Thomas me envió el mensaje dándome la hora para la reunión con su abuela, me puso, muy claramente a las 19 horas y yo de bruto me dije, ¡Ah ¡ a las 5 de la tarde, bueno, ahí estaré, así que llegué con dos horas de antelación, obviamente no había nadie, afortunadamente doña Mary, la señora que le ayuda a Elena, me conoce y me permitió pasar, creo yo, que le habló a Thomas pues al rato me habló y me dijo que si ya estaba ahí, que lo esperara y que llegaba al rato; así fue. En ese lapso doña Mary me dijo que ella tenía anotado que yo llegaría las 7:00 y que le extrañó mi llegada, “seguramente estoy equivocada”, se dijo, pero el equivocado era yo. Ni modo, qué pena, eso me pasa por bruto.
Elena platica poco, pero pregunta mucho, ha de ser por su trabajo de entrevistadora, hace tiempo, me estuvo sopeando toda una tarde que le platicara de mi vida, de mi carrera como maestro, qué pensaba de tal o cual cosa, en fin, me volteó al revés, y luego publicaría un artículo sobre mi persona, lo cual, si bien me dio mucho gusto y me hizo sentir muy orgulloso, como quiera me dio mucha pena. No es cualquier cosa que una escritora de la talla de Elena Poniatowska se ocupe de un ser tan minúsculo e insignificante como yo. Pero Elena así es, ya ven cómo convirtió a Jesusa Palancares en un personaje nacional.
Bueno, ya les platiqué de mi Viernes Santo, sólo le agrego que el sábado también me reuní con Elena, su hijo Mane, su nieto Thomas y un grupo de franceses radicados en México que tenían una alegre tertulia en casa de Mane. Con ellos es que hace teatro Mane y lo hacen en francés, por cierto que en la obra que tienen puesta el protagonista principal es Andrés, hijo de Mane, durante la conversación, lo mismo hablaban en español que en francés, obviamente me quedaba en la más total y absoluta baba, de francés no sé nada y entiendo menos.
Gracias amable lector por la gentileza de perder un poco de su tiempo, leyendo mis ocurrencias, feliz fin de semana en familia.