En todas las naciones del mundo persisten enfermedades tan graves que en gran medida terminan llevando al ser humano a la muerte, sin embargo, existe una que en las últimas décadas se ha ido incrementando, pasando a ser y por lo mismo ese cáncer, el temor envolvente.
Pareciera increíble, pero durante la pandemia del Covid y ante esa constancia de la gente para realizarse exámenes y comprobar o no ese contagio, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), muchos de estos y en gran proporción, descubrieron que padecían esa terrible enfermedad.
Siendo esa cifra exacta de la OMS de 19.3 millones de diagnósticos positivos ante 10 millones de decesos por esa misma causa en todo el mundo, cifras que solo en México fueron por demás alarmantes, reportando las autoridades sanitarias mas de 83 mil muertes tan solo en el 2020.
Dentro de los datos ofrecidos por la OMS y a través de uno de sus organismos denominado Centro de Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer (CIIC) explica y muy extensamente que esta enfermedad tiende a aumentar, lo mas delicado, que de los 115 países por ellos estudiados, muy pocos procuran el financiamiento, así como las atenciones adecuadas para los enfermos terminales.
Con estos fríos números, con estas estadísticas de enfermos y muertes, bueno sería preguntar ¿Cómo es que para estas cuestiones no existen alianzas mundiales como cuando se trata de grandes economías? ¿Cómo es que no se generan esas “globalizaciones” como en el comercio internacional para atacar más directamente ese cáncer que consume gradualmente a sus propias poblaciones?
Pues visto es que, en muchos, por no decir que, en la mayoría de todos los países del mundo, llevan a cabo para atacar este mal, pobres programas que no trascienden ni en sus propias localidades, ni mucho menos a nivel mundial.
Ver, que a las comunidades médicas muy poco se les promueve o se les apoya para ir a otras naciones en busca y a través de sus estudios, de sus investigaciones a encontrar esa cura; Pero si no se logra de momento, al menos dejarlos el estandarizar en todo el mundo esa dignificación de atención para paliar de una manera distinta, coordinada y bajo un esquema equitativo y constante.
Quizás el emprender este tipo de acciones, se logre y a través de estudios tempranos, de exámenes obligados, de rutinas de más constantes en la observancia y cambios en su organismo, se detecte a tiempo, se detenga al menos esa aceleración del cáncer.
Al menos en México se ha visto y por décadas como los gobiernos promueven la vacunación desde muy temprana edad, esta comprobación obligada a través de una cartilla de vacunación que registra los procesos de inmunización de todo mexicano. Esta medida por supuesto que ha dado mucho resultado y positivo, pues a través de ese compromiso, se han erradicado muchas enfermedades como la polio, paperas, sarampión, entre otras.
Entonces, si de igual modo en estos momentos actuales, el cáncer en todas sus versiones está provocando que millones de personas estén enfermas, que lo padezcan, que mueran, ¿no podrá ser posible que a la cartilla de vacunación se agregue esa obligación como una prevención y tratamiento de esta enfermedad?
Por supuesto que, de implementarlo, no tan solo se ocuparía de diagnosticar, prevenir o tratar al cáncer, sino de igual modo, obligaría y por supuesto a las autoridades competentes a ver el origen, qué lo está provocando, si surge de lo que consume la gente, o del entorno laboral del que se rodea o con lo que diariamente convive.
Cierto es que en cuestiones de salud México tiene que alinearse, por decir así, a las medidas tomadas por los organismos mundiales a los que pertenece, pero esa falta de interacción, de no apoyar a los médicos o científicos mexicanos para lograr ese algo mas allá, limita no tan solo esa participación sino esa reciprocidad en conocimientos que coadyuven a nivelar en su atención al menos este terrible problema de salud.
Existen en México infinidad de institutos, asociaciones u organizaciones que tratan y tocan este tema del cáncer haciendo casi suyo este problema, sin embargo, mientras no existan programas mas cercanos a la gente, con menos tintes políticos, con menos intereses monetarios, esta nueva amenaza en la salud del mexicano persistirá igual como esa enfermedad silenciosa que todos ven pero que muy pocos escuchan.