COMPARTIENDO OPINIONES

Son Jae-Rim

Escrito en OPINIÓN el

En estos días se celebra una de las fiestas más queridas en Estados Unidos: El Día de Acción de Gracias, en los que millones de personas se reunirán de una manera especial a celebrar este evento, aunque, para muchos, pareciera más importante el llamado “Black Friday”, donde cientos de negocios promueven los precios más bajos. Gracias al internet, ya no vemos los tumultos que lo caracterizaban. Es la oportunidad para formularnos la pregunta: ¿Qué es más importante? ¿La convivencia familiar o el gasto en que, los caprichos suelen prevalecer sobre la necesidad? 

La bonanza económica que caracteriza a ciertos países y a grupos privilegiados de nuestro país (incluyendo a los que quisieran serlo), muestra lo vacío que puede ser la vida de quien se deja llevar por esta propuesta.

En una nota publicada por un periódico de circulación nacional, nos hablaba del prematuro fallecimiento de un exitoso artista coreano, cuyo nombre era Son Jae Rim, quien a los 39 años, decidió abandonar este mundo. Su juventud, fama, talento y prestigio que millones de coreanos envidiaban, no fueron una razón suficiente para que pensara que valía la pena vivir.

Vivimos en una sociedad donde los motivos para llorar siempre serán mejores que para agradecer, porque sentimos que la vida nos ha tratado mal, donde las voces del pesimismo parecieran ser más realistas que la del optimismo. Por supuesto, no hablo del optimismo ingenuo, sino a estancarnos en el pesimismo de quien ´piensa que nada tiene sentido.

Este sentimiento, que muchos de nosotros tenemos sin darnos cuenta, o que aún no identificamos, es del que, hace unos meses, en una audiencia, el Papa se dirigió a los peregrinos con las siguientes ideas:

“Los lectores contemporáneos advierten en estas descripciones algo que recuerda mucho el mal de la depresión, tanto desde el punto de vista psicológico como filosófico. En efecto, para quienes están atenazados por la acedia, la vida pierde su sentido, rezar es aburrido, cada batalla parece carecer de significado. Las pasiones que alimentamos en la juventud ahora nos parecen ilógicas, sueños que no nos hicieron felices. Así que nos dejamos llevar y la distracción, el no pensar, parecen ser la única salida: a uno le gustaría estar aturdido, tener la mente completamente vacía… Es un poco como morir anticipadamente, y es feo.

Aunque bajo el azote de la acedia el deseo del hombre es estar “en otra parte”, escapar de la realidad, hay que tener en cambio el valor de permanecer y acoger en mi “aquí y ahora”, en mi situación tal como y es, la presencia de Dios. El demonio de la acedia quiere destruir precisamente esta alegría sencilla del aquí y ahora, este asombro agradecido ante la realidad; quiere hacerte creer que todo es en vano, que nada tiene sentido, que no vale la pena preocuparse por nada ni por nadie. En la vida encontramos gente “acidiosa”, personas de las que decimos: “¡Pero este es aburrido!”, y no nos gusta estar con ellas; personas que incluso tienen una actitud de aburrimiento que contagia. Eso es la acedia.

¡Cuánta gente, presa en las garras de la acedia, movida por una inquietud sin rostro, ha abandonado tontamente el camino del bien que había emprendido! La de la acedia es una batalla decisiva que hay que ganar a toda costa. Los santos nos enseñan a atravesar la noche con paciencia. Recomiendan, bajo la opresión de la acedia, mantener una medida de compromiso más pequeña, fijarse metas más al alcance de la mano y, al mismo tiempo, resistir y perseverar apoyándose en Jesús, que nunca nos abandona en la tentación.”

Hasta aquí lo que dijo el Papa. Vivimos en una sociedad que pareciera que goza utilizando lamentos y resentimientos contra quienes no comparten sus ideas. El Día de Gracias, originalmente, se recordaba que, aun perteneciendo a culturas distintas, la convivencia es posible. Lección que parecemos olvidar fácilmente, en que resaltamos las diferencias o los infortunios, donde el cinismo ha sustituido al respeto. Donde la arrogancia prevalece en contra de quienes no comparten la opinión… Una sociedad así 0 78, se autodestruye. Hagamos lo posible por impedirlo. Pero, en ello, usted tiene la última palabra.

Padreleonardo.hotmail.com