SOPA DEL DÍA

Las vacaciones en Nuevo Laredo

Escrito en OPINIÓN el

Queridos lectores, ¿Recuerdan aquellos veranos interminables de nuestra infancia? Aquellos que parecían durar para siempre, llenos de tardes eternas bajo el sol, soñando con aventuras sin límites? El calendario escolar había sido guardado y las responsabilidades del colegio se desvanecían como polvo en el viento.

Ah, las vacaciones de verano... ese dulce oasis que nos espera al final de cada año escolar. Pero, este año, la realidad es un poco diferente, antes por la pandemia, ahora por el clima extremo.

Salir de paseo se ha convertido en un juego de estrategia contra el reloj y el termómetro. Esquivamos los abrasadores 40 grados, buscando refugio en las sombras de la tarde-noche, las únicas horas tolerables para explorar nuestros parques-refugio: El Viveros, la Unidad Deportiva, el Parque de la Mujer, o el viejo Parque Mendoza.

En estas épocas de extremo calor, aumentan los antojos. Buscamos los sabores veraniegos que tanto anhelamos: las tostadas con chile, las raspas de frutas naturales, los diablitos, los chamoys y, por supuesto, los inigualables elotes con queso o tostitos.

El sabor del verano...

Aunque las vacaciones se presentan como un respiro para los maestros, son también la llamada al deber para los padres. Como generales al mando de un ejército de pequeños diablillos, nos armamos con infinita paciencia.

Las compras de alimentos, preferiblemente sanos aunque poco atractivos para los niños, se convierten en una misión; sin olvidar, claro está, la búsqueda constante de entretenimiento sano. Y por sano, no me refiero a dejarlos hipnotizados por el incesante resplandor de una pantalla.

Los tiempos han cambiado, sí, pero eso no significa que debamos olvidar las viejas costumbres. ¿Por qué no llenar una alberquita y revivir las batallas acuáticas de nuestra infancia? ¿O recordar esos juegos de antes que no requerían más que imaginación y compañía?

E incluso el laguito, aunque no esté en su mejor momento, puede ser el escenario de una bonita tarde. Y en el centro de todo esto, el componente más importante: tiempo de calidad. Porque al final del día, no son las actividades extravagantes, o los aparatos caros, las que recordarán nuestros niños, sino el tiempo que pasamos juntos, la atención y el amor que les dedicamos.

Los veranos de nuestra infancia se han ido, pero en nuestros corazones, siempre habrá espacio para revivir esa nostalgia y transmitirla a las nuevas generaciones.

¿Listo para enfrentar este verano con un espíritu nostálgico y aventurero?

¿Usted que opina?