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“El gobierno de Joe Biden está incrementando en mil 500 a un total de 4 mil las tropas federales desplegadas en la frontera con México para misiones de apoyo de autoridades civiles dedicadas al control migratorio, pero también para responder a una batalla político-electoral en este país.
“La decisión es a partir de los preparativos para enfrentar las posibles consecuencias del fin del llamado Título 42, medida empleada por el gobierno de Donald Trump y por el propio Biden para expulsar a migrantes y solicitantes de asilo cuando la emergencia de salud pública por la pandemia.” (Jim Cason y David Brooks, corresponsales en Washington de La Jornada).
México se enfrenta a una locura en que la razón incursiona en un diálogo, una locura en la que se encuentra una distancia óptima, se cabalga junto a ella, proveniente del propio discurso y del discurrir humano, como para ignorarla; locura que, sin embargo, a veces sólo se evoca para dirigir una crítica demoledora sobre ella, un lugar, como dice María Zambrano, que tal vez era España entera. Una España que era a la vez presencia y ausencia, luz y sombra, bañada por un sol candente que Cervantes se atrevió a mirar de frente desde su marginalidad y su locura privada, desde la doble existencia del amor y sus amadas.
Cervantes escribe al margen, en las fronteras, en el exilio, en la tierra de todos y de nadie, desde lo espectral y lo enigmático, desde la razón y el sin-sentido, desde la negra espalda del tiempo, intentando apresar en sus quimeras la fugacidad del instante y saltar los límites asfixiantes de la razón.
Es así como emerge don Quijote de lo sagrado y lo mítico, cuya sustancia matriarcal lo engendra en una piel de toro, por tanto, fraguado de casta y tragedia, delirio y quimera.
Sangre indomable circulando por arterias de ternura, imaginería irredenta trazada desde Altamira hasta Alcalá de Henares, para derramarse por todo el mundo. Sangre que se convierte en tinta invisible, herencia invaluable para los iluminados, entre ellos Sigmund Freud y toda la saga de escritores y filósofos españoles: Unamuno, Machado, León Felipe, Ortega y Gasset y María Zambrano, al unísono de poetas de la talla de García Lorca, Bergamín, Alberti y Cernuda, todos ellos tocados por el exilio y la migración.
Si elevaron sus voces desde su condición de transterrados, Freud asimismo nos devela el mejor de los exilios, colocando también el acento en el mito, la tragedia, el amor y la locura. Para él, el mayor de los exilios, el trazo perenne y doloroso del ser humano, que es el desamparo originario, la dolorosa incompletud; estamos solos en el mundo, siempre en busca de una quimera y, por ello, el hombre sueña, sueña con la incompletud.
Freud, como Cervantes, nos dice que en lo no dicho está siempre lo esencial. La multiplicidad de significaciones es infinita. Al someter la realidad a lo ideal se requiere usar un lenguaje que no puede ser interpretado literalmente, porque cada término está encajado dentro del otro en una sucesión infinita, en realidad sin origen... Estoy convencido de que no será con tropas como se resuelva el problema de las migraciones. De América Latina hacia Estados Unidos o del norte de África y del sur de Asia hacia Europa.