Eran las 9 de la mañana, y Babalucas estaba sentado a la puerta del consultorio médico. “-¿Qué haces aquí?” -le pregunta alguien. Responde el badulaque: “-Espero a que llegue más gente. Dice el letrero que el doctor consulta únicamente de 8 a 10”... Otro del Babis… “-Hijo mío -le dice a Babalucas su mamá-. No andes con esa muchacha. ¡Es una perdida!”. “-¡Ay, sí! -se burla Babalucas-. ¡Perdida! ¿Y luego cómo yo sí la pude encontrar?”...¿Qué estamos haciendo con nuestros bosques? Por la forma irracional como los explotamos, por la bárbara destrucción con que los acabamos, tal se diría que los mexicanos queremos convertir a nuestro país en un gigantesco desierto, en un erial. Y lo estamos consiguiendo. No hay entre nosotros una actitud que nos lleve a cuidar los bosques, ni ese respeto al árbol que hay en las sociedades cuyos miembros saben que el árbol es un prodigioso mecanismo natural, el más eficiente y necesario, para conservar la vida en el planeta. Dicen que las comparaciones son odiosas, pero no puedo menos que aludir a Estados Unidos, cuyos bosques son utilizados integralmente, pues la madera es ahí más usada que entre nosotros. Se emplea -cosa que nosotros no hacemos- como material básico en la construcción de viviendas. Así, la industria maderera es una de las de mayor importancia nacional. Y, sin embargo, en los Estados Unidos hay ahora más árboles que hace 50 años. ¿Por qué? Porque los mismos hombres que aprovechan los bosques se encargan de repoblarlos mediante la plantación sistemática y el cuidado de nuevos árboles que a su tiempo serán también debidamente utilizados. Entre nosotros, en cambio, el bosque parece ser un recurso natural no renovable. Por donde pasa el talamontes no vuelve a crecer la hierba. Peor aún: es frecuente el caso de campesinos, generalmente ejidatarios, que para obtener permiso de aprovechamiento de maderas prenden fuego al bosque. Causa lástima e indignación al mismo tiempo ver a los taladores, todos ellos con permiso oficial, abriendo caminos hasta lo alto de los montes para cortar árboles catedralicios cuyos enormes troncos ve uno luego podridos a la orilla de las brechas. Es bueno el aprovechamiento racional de ese recurso, pero ¿hay acaso programas intensivos de reforestación que nos compensen por la pérdida de tantos árboles, de esas nobles criaturas de la Naturaleza quitadas de servir al mundo para que alguien tenga más dinero en el bolsillo?... Sin pronunciar palabra, Libidio toma de la mano a Susiflor, la lleva a la recámara, la desviste y -mudo siempre- le hace el amor. Cuando todo termina exclama ella: “-¡Pero, Libidio! ¡Yo lo único que te pregunté fue qué hacía la gente por las noches cuando no había televisión!”... Rosibel, secretaria de don Algón, le dio una noticia interesante: “-Estoy embarazada”. “-¡Qué barbaridad! -se consterna el vejancón-. ¿Cómo pudiste embarazarte?”. “-Por azar” -responde ella. “-¿Cómo por azar?” -se desespera don Algón. Ella se vuelve a un compañero y le dice: “-Explícale a don Algón lo que nos sucedió, Azar”... “-Mami -gime el chamaquito-. ¡En la escuela los niños me dicen narizón!”. “-No les haga caso mi hijito -lo consuela ella-. Mi nene tiene una naricita muy mona y muy chiquirritica. Ande, ya no llore y tráigame una sábana para limpiársela”... La otoñal muchacha le pregunta tímidamente a su maduro galán: “-Agameto: ¿cuándo nos casamos? Ya llevamos 16 años de novios”. Contesta el remiso sujeto: “-Pensémoslo un poco antes de decidirnos, Ancia. Esto del matrimonio no sale bien cuando se precipita”... FIN.
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