El crecimiento de muertes por fentanilo en Estados Unidos ha provocado que voces del conservadurismo pongan de nueva cuenta a México como el chivo expiatorio. Se acercan tiempos electorales por lo que la narrativa de culpar al vecino de los problemas domésticos, es una oportunidad para captar apoyos y desviar la atención de la raíz del problema.
El consumo de drogas no es nuevo en Estados Unidos. Sólo baste recordar que desde 1971 el presidente Richard Nixon declaró la guerra contra las drogas y que el 1 de julio de 1973 se creó la Administración de Control de Drogas mejor conocida como DEA por sus siglas del inglés. Desde entonces, lejos de disminuir, el consumo de drogas ha ido creciendo.
En efecto, de acuerdo al reporte anual del Departamento de Justicia 2011, en 2009, 21.8 millones de estadounidenses mayores de 12 años consumieron drogas ilícitas. A su vez, el Centro para el Control y Prevención de Enfermedades CDC por sus siglas en inglés, reveló que, en 2019, 48.2 millones de personas consumieron marihuana al menos una vez. Por su parte la Administración de Servicios de Salud Mental y Abuso de Sustancias SAMHSA por sus en inglés, en su encuesta nacional 2021 sobre consumo de drogas y salud, encontró que 9.2 millones de personas consumieron opioides y que, de ellos, 8.7 millones no tenían una prescripción médica para hacerlo.
El fentanilo como fármaco se volvió muy popular en Estados Unidos la década pasada. Era prescrito para el dolor intenso después de una cirugía y también para enfermos terminales de cáncer. De acuerdo al CDC, este opioide sintético es 50 veces más potente que la heroína y 100 veces más potente que la morfina. Este factor y su costo mucho menor al de la heroína o morfina, abrieron la puerta a los suministros ilícitos. En un reportaje publicado el 28 de diciembre de 2022 en Los Angeles Times, Connor Sheets señala que: “En la última década, este analgésico de prescripción legal se convirtió en una popular droga ilícita de venta callejera.”
De acuerdo a InSight Crime, está bien documentado en la DEA, USPS y en la Oficina de Investigaciones del Departamento de Seguridad Nacional, que la década pasada una gran cantidad de fentanilo llegaba a Estados Unidos de China a través del correo postal y de empresas privadas de mensajería. Esa ruta de abastecimiento al mercado estadounidense se cerró cuando en 2017 y 2019 China reguló el comercio de fentanilo. InSight Crime explica que el apetitoso mercado estadounidense encontró entonces la ruta de entrada por los puertos mexicanos de Manzanillo y Lázaro Cárdenas, así como la participación de organizaciones criminales.
Por lo anterior, culpar a México de la actual epidemia de sobredosis de fentanilo que causa 100 mil muertos por año en Estados Unidos, es no reconocer la raíz de la crisis que se enfrenta.
Desde el inicio de la guerra contra las drogas hace ya más de cinco décadas, Estados Unidos ha optado por el camino de pelear sus batallas contra el narcotráfico fuera de su territorio. Esa estrategia que se olvida de campañas federales permanentes de prevención, ha sido un fracaso. Sin embargo, ante la cercanía del inicio de los procesos que culminarán con las elecciones en noviembre de 2024, surgieron de nuevo voces conservadoras que, para evadir culpas, omisiones y enfrentamiento con fuertes intereses domésticos, apuntan sus ataques al exterior y muy particularmente hacia México.
Ahora se ubica al vecino sureño como el culpable de esa tragedia. En esa narrativa, los políticos conservadores han presentado la idea de etiquetar como organizaciones terroristas, a los carteles mexicanos responsables de la introducción de drogas ilícitas a Estados Unidos. Así, se justificaría según el ex Fiscal General de Trump, Bill Barr, los senadores Lindsey Graham y John Kennedy, y los representantes Dan Crenshaw y Michael Waltz, que el Congreso pase una resolución que otorgué al presidente autoridad de usar la fuerza militar contra los carteles mexicanos. Para ganar adeptos, estos políticos proponen una intervención militar de Estados Unidos en México. Otra vez culpar a otros; otra vez una guerra fuera de Estados Unidos para enfrentar un problema doméstico.
Bajo el Entendimiento Bicentenario, México y Estados Unidos están enfrentando conjuntamente con respeto a la soberanía del otro, los problemas binacionales y trasnacionales como el narcotráfico y en especial el del fentanilo, narcótico producido en China, al igual que los precursores para procesarlo.
Bajo la administración del presidente Andrés Manuel López Obrador, en su lucha contra el narcotráfico las fuerzas de seguridad mexicanas aseguraron 6,115 kilogramos de fentanilo, que representaron un incremento del 1,049% frente a los 532 kilogramos decomisados en el periodo 2014-2018; 111,781 kilogramos de cocaína; 180,297 kilogramos de metanfetaminas y que se destruyeron 1,307 laboratorios clandestinos. Para evitar que esas cantidades de drogas ingresaran a Estados Unidos y salvar miles de vidas de adictos estadounidenses, las fuerzas militares mexicanos tuvieron 75 bajas y millones de dólares se dedicaron a combatir a las organizaciones criminales que provocan violencia en México.
Extraña que estos políticos omitan señalar que son empresas estadounidenses productoras de armas a las que el gobierno mexicano tiene demandadas por sus prácticas negligentes e ilegales, las que suministran las poderosas armas y municiones que permiten a los carteles tener en su alta capacidad de fuego, un pilar fundamental de su poder. Esas armas traficadas ilegalmente a México son responsables del 80% de los homicidios en el país. Tampoco atacan las rutas financieras mediante las cuales estos grupos criminales se financian con millones de dólares ilícitos obtenidos en Estados Unidos. Para ellos, el enemigo está afuera; los grupos criminales que operan en territorio de Estados Unidos en la transportación hacia las ciudades norteñas del país donde se consume la mayoría del fentanilo y los que distribuyen localmente, no tienen importancia. La batalla hay que darla fuera.
Culpar al vecino no va a resolver el problema. Invadirlo militarmente no es una opción real cuando hay un proceso de integración económica vital para ambos países, que ya en 2022 se reflejó en un comercio bilateral de 1.4 millones de dólares por minuto; pero esa narrativa genera apoyos frente a las elecciones que vienen.
En conclusión, es necesario desnudar las falacias de esas voces que sólo dañan una relación estratégica de dos países que cada día se integran más en busca de un destino común con beneficios mutuos para sus pueblos. Por eso, la vía de la cooperación con respeto a la soberanía del vecino, es el camino adecuado para administrar las relaciones entre dos países vecinos, amigos y socios estratégicos.