Es increíble lo que mi amigo J. Barcos Leal, con casi 60 años, se ha autorregalado estas navidades una pistola gotcha. “Rifle Pistola M24 Automática Hidrogel Eléctrica Tipo Gotcha”, me puntualiza, para que sea consciente de que él es un provocador que conoce su herramienta:
— Pero, ¿te la compraste para amedrentar? Me han contado que se puso bien pesada tu zona y asaltan mucho.
— Sí, sí asaltan, el otro día salieron dos chavitos de un taxi y casi bajan del carro a mi vecino, menos mal que dio marcha atrás a toda velocidad, a medida que pitaba con el claxon para avisarnos. Pero no es eso... Además, yo voy en Uber a todos lados, aunque sea a una cuadra. Oye, lo peor en la colonia es que hay una robadera de tapas de alcantarillas y de cableado, que estamos sin luz y con toda la calle llena de agujeros, y tropezamos y caemos.
— Entonces, ¿sí es para protegerte?
— ¡No! Usar eso para protegerme sería como poner cámaras de seguridad en una triste palapa, sólo llamaría la atención y se pensarían que poseo más de lo que tengo... Y si lo portara en la calle, hazte que me pararían policías o la Guardia.
— ¿Entonces?
— Fíjate que la compré para otra cosa: Disparar pintura desde mi depa. El rango que alcanzan los disparos son varios metros; una distancia perfecta para manchar bien gacho a mi objetivo.
— ¿A tu edad, con esas mamaderas?
—Por supuesto, ahora que me queda poco, estoy más allá del bien y del mal, y hago lo que me pega la gana. Así que, antes de que me lleve el payaso, hice una lista de personajes a los que dispararé pintura. Tengo pensado el lugar -desde la azotea- y la hora más adecuada: Al atardecer. Además, me compré una fiambrera de metal para los sándwiches y en mi termo tengo un litro de café del Starbucks; y en mi Kindle descargué la Retórica del Dr. Arturo Zárate, compañero tuyo, y Serotonina, de Houellebecq.
— ¡Órales! Pareces un pescador, con todo preparado.
— ¡De hecho! El pedo es que no sé cuándo pasarán por acá debajo los estereotipos a los que quiero cubrir de pintura roja, o verde, o blanca.
Nunca supe si Barcos hablaba en serio o en broma, pero me desgranó su modo bretoniano de operar y describió decenas de especímenes. La neta, al otro lado de la línea telefónica sonaba iracundo, casi con un ataque de hybris que le durase como una diabetes. Debí haber grabado la conversación, pero no lo hice; ahora solo recuerdo uno de esos estereotipos:
Al personaje, mi amigo lo llama el come evidencias, un sujeto que devora las evidencias insertando a una afirmación su contraria (la segunda parte de la frase anula la primera), pero con tal efecto que todo parece que siga igual (pero no, no sigue igual: cuanto menos, se han agrandado más la mentira y la confusión). El ejemplo paradigmático es el tianguero que ofrece “kg completos”, cuando todo kg, para serlo, debe ser completo... Así que kg completo es una tautología, aunque pudiera ser un guiño a la historia de la moneda, un filtro al cliente no habitual, o una inercia compensada por la calidad y baratez del producto.
Hay variantes más crudas. Yo he escuchado un:
— Con todo respeto: qué pendeja es usted.
Lo pendejo anula lo respetuoso. Contradicción similar hay en quien firma con un “atentamente” sus amenazas de decapitar o desaparecer al receptor del mensaje. En fin, los caminos de la hipocresía están masificados, al igual que echar mano de la cortesía para edulcorar engaños, rechazos o castigos inapelables. Así, escuchamos:
— Este regalo... ¡Lo amo! Dicho lo cual: Esperaba otra cosa.
(Sobre el efecto aletargante del “dicho lo cual” me puso en pista el comediante neoyorquino Larry David).
Personaje evolucionado — como un velocirráptor que se profetizó pájaro casuario — de las Instrucciones para Vivir en México, o un espécimen postibargüengoitiano, aquí les dejo la descripción del come evidencias, para que, si se lo topan, le avisen de que no camine bajo el depa de la Calle Equis, número p, en la tapatía Colonia Americana, que es donde vive y acecha mi amigo.