Linda -con ciertos riesgos cuya garantía eran la madre y la abuela- fue el nombre peligroso, con todo un repertorio de posibles, espantables y hasta grotescas crucifixiones en el futuro, que dieron a una de mis sobrinas al nacer. Mi madre con dogmatismo porfiriano anunció que una nieta suva no podia ser fea y que lo imprevisible a la vista lo justificaba la historia de las mujeres de su familia. Y Linda, niña dúctil dispuestísima a complacer a la abuela, supo acomodarse al nombre como un liquido a su continente. Al año fue promesa, a los tres alborada, a los trece capullo y a los dieciséis belleza y resplandor.
Y como si quisiera llevar su complacencia a los extremos de amorosa nieta, camina con ternura y se mueve envuelta en inusitada atmósfera, reminiscencia de aquellas dulzuras romantizantes de serenidad angelical y pretendida indiferencia.
Nada de eso le impide ni las minifaldas ni el restruécano para atraer y conservar pretensos y admiradores.
El teléfono suena y suena. La buscan Enrique, Javier, Alberto, Rodrigo, Gerardo, Flavio, Carlos, Andrés, René, y ella los trata con la diligencia de una pantera desdeñosa mientras sus ojos, grandes, invitan con distante placidez. Todo esto no la envanece porque le parece natural, Linda se llama y linda es. Así es de sencilla la cosa.
Hace unos días fueron al Colegio Madrid a escoger una niñas “rubias” (según dijeron) para que representaran en el desfile del día 20 a los distintos países de la Tierra. Andaban en los escarceos preliminares y era una preselección. Linda aclaró que ella no era “güera” pero la eligieron por “su tipo”. Es decir, por blanca y por bonita. Y luego, ya en la final, volvió a triunfar y quedó a disposición de las autoridades para que le designaran el país. Primero le anunciaron que representa a Nicaragua.
Ella, niña sensata, dijo que una cosa era representar y otra cargar banderas y que no estaba dispuesta a apachurrarse con semejante peso.
El día 19 fue citada para entregarle el vestido. Los encargados habían modificado su acomodo. Yo nada le había dicho ni sobre los Somoza ni sobre Sandino para no opacarle la felicidad. Ella estaba gozosa de representar al hermano pueblo. Al llegar le avisaron que no, que ya no era Nicaragua sino Etiopía. Aceptó. Mientras tanto una amiga suya elegida para representar a Nicaragua rechazaba el honor porque pretendían obligarla a llevar un sombrero hecho de plátanos, piñas mangos, papayas v no sé que otras tropicalidades que sumaban un poco más de cinco kilos...
Y cuando le mostraron el traje Linda les explicó que no era de su medida. Querían vestirla con unos trapos de manta y no contentos con ello pintarla de negro.
Yo entiendo que los señores encargados de la ceremonia tuvieran un gran problema para encontrar una morena en un país tan blanco como el nuestro, pero si importamos hasta tortillas enlatadas ¿No podríamos haber pedido prestada una linda negrita para Etiopía? ¿Por qué seguimos haciendo las cosas mal?
¿Para que ilusionar a una linda chica para luego quererla disfrazar de payaso? ¿Quiénes son esos irresponsables? ¿Cuándo aprenderemos a hacer las cosas bien? Además, ¿Realmente una niña preciosa morena no podía representar a Etiopia? ¿Tan racistas somos? ¿Qué pasó?
Y se lavarán las manos y nadie será responsable.
25 de Noviembre, 1971