No cabe duda que en este país complicarnos la existencia resulta un deporte nacional. Nadie en su sano juicio pudiera argumentar que no se requiere de una extraordinaria manera de diagnosticar los males que nos aquejan y una propuesta de solución que contenga al menos la misma, sino es que una mayor dosis de carácter más allá de lo ordinario. Bien dice el viejo adagio, …si quieres que todo siga igual, cámbialo todo. O lo que se ajusta aun mas al tema que nos ocupa en relación con la manera que históricamente han tenido los gobiernos de enfrentar la inseguridad y la violencia, cambiando siglas, colores o uniformes a las corporaciones policiacas de nuestro país, pero ignorando el fondo del problema. Aparentar, simular, confundir, distraer, revolver lo que se tiene, enmendar, reciclar, era la única forma que conocíamos de la autoridad para supuestamente resolver la grave corrupción que tenía corroída a las policías de todos los niveles en los tres ordenes d gobierno, desde el municipal, hasta el federal, pasando por el de los estados.
El problema, en gran parte, como todos sabemos, se encuentra principalmente en la manera en que siempre se había contemplado la manera de lidiar con el mayor problema que causa toda esta ola de violencia que se ha apoderado de nuestro territorio, el narcotráfico y la corrupción que este genera hacia dentro de las corporaciones policiacas cuya razón de ser resulta combatir tal flagelo, y que en su defecto se han corroído al grado de servir como otro brazo armado más de la delincuencia, pero con licencia oficial para delinquir. Y si se quiere ir más allá a la verdadera raíz del problema, no podemos ignorar la declaratoria de la guerra contra las drogas que se anunciara con bombo y platillo por el presidente de los Estados Unidos, Richard Nixon, en los años 70’s, y que fue reforzada por Reagan a finales de los 80’s, que fijó su postura de atacar la producción y el tráfico de estupefacientes en Centro y Sud América, pero cuya política siempre ha ignorado, hasta la fecha, no solo el consumo en su país sino la distribución y venta minoritaria en su propio territorio.
Ante esto, el presidente Andrés Manuel López Obrador ha enfrentado el problema desde una perspectiva diferente que no solo tiene lógica y es el camino correcto para conseguir la paz verdadera, sino que le apuesta a la única solución de fondo que resulta ser generar condiciones de bienestar y de desarrollo en las comunidades mas desfavorecidas, pero sobre todo en los jóvenes, que es de donde la delincuencia se nutre de elementos para armar su ofensiva. Al mismo tiempo, el presidente y su gobierno han formado a la Guardia Nacional con un enfoque de disuasión del delito más que de persecución, como lo habían sido falsa e hipócritamente las policías federales en su momento. La misión de este cuerpo de seguridad publica es el de coadyuvar con los Estados y los Municipios el apoyo a la población para salvaguardar la vida, la integridad, y los bienes y derechos de las personas, al igual que los bienes y recursos de la nación lo cual realiza combatiendo a la criminalidad, con el fin de contribuir a la generación y preservación del orden publico y la paz social.
Cabe hacer mención que desde su creación a principios de esta administración este cuerpo de seguridad ha contado con una aprobación entre la población de las más altas, comparándose solo con la del Ejército Nacional, lo que la hace tener una legitimación y respeto por su labor entre los ciudadanos de nuestro país, gracias a la mística, disciplina, eficiente gestión, y observancia a los derechos humanos, que ha recibido de manos de la formación castrense del Estado Mexicano. Es por ello que es menester, no solo de la presente administración de la Cuarta Transformación, sino responsabilidad de todos los ciudadanos de este país, que apoyemos la iniciativa de Decreto del Presidente de la República, cuya intención de conservar el espíritu, valores, y honorabilidad de la Guardia Nacional está íntimamente relacionada con la dependencia de la misma de una Institución como el Ejército, esto con el propósito de cuidar que no caiga en manos de la delincuencia como ha sucedido en el pasado, pero sobre todo, de cuidar y preservar su integridad.
ADENDUM
Para mayor referencia a lo que nos referimos sobre la solución de fondo del problema de la criminalidad, no solo en nuestro país sino en el continente entero, habríamos de comenzar a explorar mas la posibilidad de revisar la política antidrogas y sus nulos resultados, no se diga las trágicas repercusiones que la misma ha tenido en México, Centro y Sudamérica, en donde los gringos han puesto el dinero y las armas y nosotros los desaparecidos y los muertos.
El tema lo acaba de tratar de manera clara y contundente el recién jurado presidente de Colombia, Gustavo Petro, quien ha declarado que para lograr la paz es necesario que los Estados Unidos colabore pero no solo de dientes para afuera, sino que le entre en serio a la solución del problema, primeramente reconociendo que el problema lo generan ellos con el consumo indiscriminado de drogas, mercado sin el cual no tendríamos la demanda indiscriminada y la consecuente oferta que alguien necesariamente la deberá cubrir.
Si no se comienza con entender y atender este sencillo principio, ningún ejercito del mundo podrá contener a los carteles de la droga.
Es, luego entonces, responsabilidad de todos.