Eso de “secar” un fluyente natural de agua, cierto es que se les pasó la mano, entonces y quizá por ese desacierto es que actualmente sufre Nuevo León la maldición del río Santa Catarina.
Los aciertos en cuestión de obra y desarrollo del estado neoleonés han sido muchos; sin embargo, por igual han ejecutado proyectos tan dañinos como la permisible urbanización y destrucción de sus propios cerros.
Otras muestras de esto, es y ha sido esa eterna falta del vital líquido por esa escasa planeación en tiempo pasado, presente y hacia el futuro, ese ataque constante y desmedido hacia su propio entorno ecológico, ese descontrol en cuestión de crecimiento urbano.
Cierto es que Nuevo León es un estado potencialmente económico que por lo mismo todo lo que se propone lo logra, pero cuestionable es, ¿cómo es que esa grandeza total no ha sido utilizada para solucionar, ordenar para beneficio de su propia población ese añejo problema del agua?
No es por demás recordar ese algo que impactó, sorprendió e irritó en la década de los años cincuenta a todos los pobladores, decisión tajante y autoritaria de un gobernador para “liquidar” por decir así a un río histórico, ese por el que prácticamente nacía y se mantenía Monterrey, el desarrollo de su propio estado.
Acción que provocó que miles de neoleoneses protestaran; sin embargo, con el paso del tiempo y con “justificaciones” del gobierno en turno, muchos de estos pobladores fueron callados, cediendo y “olvidando”, desesperados gritos que despiertan en las bibliotecas o las mismas hemerotecas del propio estado de Nuevo León al consultarlas.
Obra de un gobierno estatal no pensando quizá en el beneficio para la población, sino impulsado quizá por esos empresarios fortalecidos, en donde el mayor uso era ese vital líquido, anteponiendo a esa política decisión, el grave daño que provocaba el río Santa Catarina a esa región en épocas de intensas lluvias, tormentas o huracanes.
Quizá otro aspecto determinante para proceder a quitarle el agua al río Santa Catarina, fue el interés de muchos propietarios de terrenos adyacentes a dicho fluyente para que así, y sin ningún riesgo, proceder a lotificar; en consecuencia, ofertar dichas áreas para el desarrollo urbano, ser pues por esas épocas atractivo para su venta.
No se tiene que rebuscar tanto en la historia de Nuevo León para entender y comprender que, por décadas, por siglos, este estado como muchos otros de la República Mexicana han sufrido de cíclicas sequías, de por igual dañinas inundaciones por desbordamiento de ríos o destrucción masiva por potentes tormentas y huracanes.
Por lo mismo registrado por sus propios gobiernos, por historiadores esos comportamientos de la naturaleza en cada sitio, espacio o región.
Pero desafortunadamente en el caso de Nuevo León, éste no apuntaló esos desórdenes ambientales para poner en práctica esas tareas más que elementales y necesarias para no tan sólo atacar esas crisis, sino aprender, aprovecharse de ellas en el caso de las tormentas que ocasionan inundaciones.
Planeando a futuro, para que ese daño se convierta en beneficio, que esa amenaza se controle con la mano ingeniosa del ser humano con obras, con proyectos bien definidos, no destructivos.
Observándose que nada de eso se puso en práctica, pues en lugar de generar esa fortaleza del y hacia el río Santa Catarina, resguardándolo, conservándolo, alejando el “peligro” de y hacia su propia población creciente y adyacente por medio de cortinas de concreto, optaron por lo más fácil, el secarlo.
Muchos tamaulipecos que visitaron Nuevo León en la década de los años sesenta y setenta recordarán que, al llenar un vaso con agua directo de la llave, se apreciaba que este líquido era blancoso, como efervescente, por lo mismo se tenía que esperar a que las burbujas cedieran, se clarificara el agua para poder tomarla.
Remembranza que por igual se sitúa en el área conocida antiguamente como “Nuevas Colonias” -barrio San Luisito, colonia Independencia-, en donde antiguamente prevalecía un río lleno de vegetación, en donde la gente acudía a lavar ropa, bañarse, de donde muchos hombres vivían de esa abundante pesca.
Área alta que inteligentemente habitaban los antiguos neoleoneses a la falda del cerro, direccionados por sus antepasados, por esos antecedentes de desbordamientos de ese río Santa Catarina, de esos ya conocidos efectos de tormentas, huracanes que sabían eran más que desastrosos, dañinos.
Vivían ahí sin preocupación alguna, ya que en donde por igual se establecían, en sus propios terrenos construían norias y pozos para sustraer la abundante agua subterránea que siempre corría, brindando a sus pobladores y visitantes ese necesario líquido.
Con esto, queda claro que Nuevo León hoy en día está sufriendo de una aparente crisis de falta de agua, por esa mala decisión de por siempre beneficiar tan sólo a grupos empresariales poderosos, secando un río para crear pozos interrumpiendo su ciclo natural para brindársela a otros.
Y de otros fluyentes desviando y secuestrando el agua, concesionándola a refresqueras, agregar que hasta el terreno seco del río Santa Catarina ya tiene dueño, por igual y a través de concesiones acordadas, derivado de una decisión de construir en sus interiores un parque, canchas, ciclovías, vitapista, jardines para darle paso a dicho “trueque”, acabándose lo segundo por huracanes y otras tormentas, pero subsistiendo y curiosamente lo primero.
Tamaulipas como otros estados vecinos han dado cuenta que el gobierno de Nuevo León con sus últimas acciones ha pretendido confundir a un país, a otras naciones socias y potencialmente comerciales de ellos, desesperadamente anunciando soluciones tan irrisorias, explorando lo explorado, buscando remedios al exterior de su propio estado, creando conflictos con y por el agua con otros estados, cuando la solución está ahí dentro, al alcance de sus propias manos.
La maldición del río Santa Catarina
Escrito en OPINIÓN el