Ante la negativa de una minoría legislativa que se aferra a los privilegios derivados de cotos de poder emanados de las actuales leyes electorales, se plantea por el Ejecutivo el envío de una iniciativa que no requiere de la mayoría calificada para ser aprobada en el Congreso. Este “plan B” contempla una reforma a la Ley Electoral que permita que los consejeros del INE y los magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial sean electos mediante el voto popular en lugar de que sean designados por los partidos como actualmente sucede; además, y no menos importante, plantea también la eliminación de los diputados y senadores plurinominales, así como reducir el financiamiento, tanto del Instituto Nacional Electoral, como de los partidos políticos.
Ya vimos cómo más del 80% de la población, según la encuesta encargada por el propio Lorenzo de Córdova Vianello, actual presidente de dicho Instituto, consideran todas las propuestas de modificación del Ejecutivo no solo viables, sino urgentes y necesarias. ¿Quién en su sano juicio puede estar a favor de que el INE no se toque, sobre todo, cuando gastan el dinero de todos los mexicanos como si fueran jeques o integrantes de una clase monárquica fuera de la realidad en la que vivimos? Sólo un ignorante, o de plano los que son beneficiados directa o indirectamente, de los manejos discrecionales del presupuesto ejercido hacia dentro de las cúpulas partidistas, y desde luego, a los que les interesa seguir haciendo fraude a la democracia de este país.
Queda más que claro y es más que evidente quiénes son los que están defendiendo el actual estado de cosas en el ámbito político electoral, salieron juntas a marchar todas vestidas de blanco, aparentando lo impoluto que jamás han sido -sino todo lo contrario-, algunos acarreados por el odio y el enojo en contra del presidente Andrés Manuel López Obrador, algunos arrastrados por la insidia y la desinformación creada desde la más elemental e insensata manipulación, y los otros, quienes escondidos detrás de su desvergonzada hipocresía, convocaron a defender lo poco que les queda de ese andamiaje entramado de supuestas “instituciones” y asociaciones de la “sociedad civil” que sigue siendo lo más recalcitrante de una oposición de derecha conservadora, rancia y corrupta.
Personajes impresentables, mapaches electorales y uno que otro pobre despistado, la mayoría beneficiarios del antiguo régimen corrupto neoliberal tales como Vicente Fox, Roberto Madrazo, Elba Esther Gordillo, José Woldemberg, Claudio X. González, Santiago Creel y Margarita Zavala, entre otros tantos trasnochados unidos en torno a una defensa a ultranza de un INE oneroso y faccioso secuestrado por un Lorenzo Córdova y un Ciro Murayama, quienes no han tenido empacho alguno en ser los principales protagonistas de un árbitro electoral, no sólo parcial, sino abiertamente antagonistas al gobierno de la Cuarta Transformación. Juntos y revueltos, pero con el común denominador de ser, todos, y sin excepción, unas lindas ternuritas clasistas y por demás racistas.
Otra grandiosa diferencia entre la marcha de la hipocresía de los “fifís” wanabees del 13 del mes pasado -la mayoría de la tercera edad, en el buen sentido-, y la de la mayoría del pueblo en la que participamos al lado de AMLO, es, aparte del ánimo que se respiraba en donde proliferaba el odio, el enojo, el rencor, los vituperios, las majaderías, lo colérico y rabioso en la primera, contrapuesto de un ambiente de festejo, de alegría, de libertad y de una inconmensurable cantidad de jóvenes marchando en paz y por su propia voluntad en favor de la Transformación, algo digno de un pueblo lleno, no solo de fe y esperanza, sino de un relevo generacional consciente, despierto, politizado, sabedor, no solo de su lugar en el presente, y su claro papel en el futuro, sino avispado y avezado en un pasado reciente que aunque no le tocó vivir, daría hasta su vida para que no se vuelva a repetir.
ADENDUM
Ayer se anunció por la Secretaría de Hacienda y Crédito Publico que no solo no se hará ninguna reforma fiscal para enfrentar los desafíos financieros que se requieren por parte del Estado ante las grandes vicisitudes económicas remanentes de la pandemia y la guerra en Ucrania, tal cual lo prometiera nuestro presidente Andrés Manuel López Obrador en campaña, sino que además de todo lo que representa en estos precarios escenarios el no subir impuestos, ni la luz, ni el gas, ni la gasolina, e impedir además, que se dispare la inflación, como está sucediendo en otras latitudes; realizar obra de infraestructura como nunca antes, y mantener una moneda con el más alto valor frente al dólar en el mundo; pues bueno, no sólo no adquiriremos deuda, que fue otra promesa cumplida del Presidente, sino que se comprarán bonos para reducir la misma.
Escuchó usted bien, estimado lector, no solo no nos vamos a endeudar como era costumbre en los malos gobiernos corruptos neoliberales anteriores, sino que, vamos a reducir en gran medida la deuda externa para que las próximas administraciones no estén tan maniatadas, como ha sido el caso estos primeros cuatro años, y que las finanzas públicas puedan alcanzar a cubrir más necesidades del pueblo que más lo necesita.
Y además, y en contra de todo pronóstico de los que supuestamente son más avezados en el tema, seguimos creciendo por encima de lo establecido por el Banco Mundial.
Es la primera vez en lo que tengo uso de memoria, que la corrección de este indicador se hace al alza.
¡Cómo la ve desde ahí!