Líderes políticos, intelectuales, activistas y religiosos de extrema derecha se reunieron en México durante dos días el fin de semana. El evento fue organizado por la Conferencia Política de Acción Conservadora (CPAC) ante la manifiesta preocupación de que la izquierda ha venido ganando terreno en América Latina.
El cónclave ultraconservador se realizó en un exclusivo hotel de la zona de Santa Fe. Fue un maratón de ponencias y posicionamientos de personajes de derecha que, sin complejos ideológicos, pugnan por conquistar el poder para instaurar gobiernos conservadores.
Algunos personajes destacados como el expresidente polaco Lech Walesa; Eduardo Bolsonaro, hijo del aún presidente brasileño, Jair Messias Bolsonaro; vía teleconferencia; Santiago Abascal dirigente del partido español neocolonialista Vox; Zury Ríos, hija del general Efraín Ríos Montt, presidente evangélico de Guatemala mediante golpe militar; Ramfis Domínguez-Trujillo, nieto del dictador de República Dominicana Rafael Léonidas Trujillo; Christopher Landau, exembajador de Estados Unidos en México; el senador republicano Ted Cruz y Javier Milei, líder de La Libertad Avanza en Argentina. La tónica fue repetitiva: la libertad religiosa, el anticomunismo y antisocialismo, los populismos. Los sistemas electorales torcidos; los posicionamientos contra la ideología de género, el feminismo, la comunidad LGBT y los medios de comunicación globales.
En el mundo y en México no hay una derecha, sino varias derechas. En América Latina existen diversas vertientes ultraconservadoras que han despuntado. Entre otras, podríamos identificar la primera que es la histórica, la derecha católica que tiene diversos linajes. La segunda es una derecha hipercapitalista de corte secular abanderada por empresarios. Y la tercera, es una nueva ultraderecha pentecostal, cargada de fundamentalismos.
¿Por qué se hizo este encuentro en México? ¿Tiene que ver con la disputa por la Presidencia en 2024? ¿México es clave en la controversia ideológica del continente? La presencia del Yunque en el encuentro mexicano, aunque discreto, fue palpable.
Hay que recordar que Wikileaks, asociada a cuatro medios en el mundo, entre ellos Contralínea, de México, desnudó ante la opinión pública dos organizaciones de ultraderecha con asiento originario en el Yunque de México y España y con ramificaciones en 50 países, se trata de Hazte Oír y Citizen Go, organizaciones civiles imbricadas al partido Vox. Los 17 mil archivos compuestos por correos electrónicos, cartas y testimonios de las organizaciones ultraderechistas revelaron a los principales donantes, agendas y sus estrategias de penetración en las sociedades y los gobiernos de 50 naciones. México aparece no sólo como el país de origen, a través del Yunque, sino como uno de los principales centros de operaciones, formación de cuadros y de captación de recursos vía importantes empresarios. Ahí se exponen secretos de la organización y develan deplorables complots políticos-religiosos. El Yunque/Vox está instalado en sectores del PAN y otros partidos, en la jerarquía eclesiástica, pero sobre todo en asociaciones civiles como Yo Influyo, la Red Familia, así como en medios y líderes de opinión.
Me llamó la atención el discurso Eduardo Verástegui sobre la necesidad de constituir en el país una derecha real y no la “derechita cobarde” o “timorata” que ha resultado ser el PAN. Los partidos de la derecha han cobrado fuerza electoral en países como Italia, Francia, Brasil y desde luego España. Verástegui provoca al PAN. ¿Le conviene al partido salir del clóset ideológico en el que ha estado metido en los últimos 50 años? Ante el desgaste de los Serrano Limón, Ardavín, Arzac y hermanos Aranda. Eduardo Verástegui emerge no sólo como un colaborador latino de Trump, sino como un delfín político de la ultraderecha internacional. ¿Encabezará la construcción de un partido político en México?
En la ultraderecha en México predomina el conservadurismo católico. Busca instaurar un orden social cristiano. Es heredera de lo que el sociólogo francés Emile Poulat denominó el catolicismo social intransigente, cuyas raíces se remontan al rechazo de los valores y sistemas sociales construidos por la modernidad que se sustentan en la racionalidad y en la noción de progreso e individuo. Esta ultraderecha católica es depositaria del radical pensamiento cristero, rabiosamente anticomunista, antiliberal, antimasónico y antijudío. Ahora su bandera también es la ideología de género. Pablo Casanova, en su clásico libro La democracia en México alertaba con preocupación sobre la reactivación de estos grupos en 1961, que además de exaltar campañas anticomunistas, “cristianismo sí, comunismo no”, manifestaban preocupación por la “profanación de las costumbres” que atentan contra la estabilidad de la familia tradicional. Esta estrategia de miedo en Brasil tuvo una particular eficacia en las últimas elecciones. La operación, se le denominó “El pánico moral”. Esa misma matriz intransigente ha llevado a la violencia a grupos de la ultraderecha católica que fue ingeniosamente caricaturizada por el periodista Manuel Buendía, a la que llamó la “Santa Mafia”.
La derecha católica, más allá de las sociedades semisecretas como el Yunque, Pro Vida y tantas otras inspiradas en la guerra fría, busca instaurar un orden social muy alejado de la actual doctrina de la Iglesia y del Papa Francisco, es decir, tienen un corte teocrático. Hay herencia de un catolicismo revanchista, cuyas raíces se remontan al rechazo de los valores y sistemas sociales construidos por la modernidad en su vertiente secular. Pese a ello, ahora sustentan el “neoliberalismo bautizado” y una globalización bendecida, como el estadio ideal. Debo advertir que no debemos despreciar dicha corriente que viene creciendo de manera acechante. Sería un error gravísimo.
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