Pues ya es oficial el retiro de la obligatoriedad del uso del cubrebocas en espacios cerrados, aunque el primer día no se puso en práctica en la mayoría de los establecimientos que no se dieron por enterados, pero posiblemente en el transcurso de hoy y mañana se extienda y aplique la nueva disposición que fue publicada en el Periódico Oficial del Estado.
Evidentemente este cambio de criterios causó algunos altercados leves al primer día, pues mientras algunos ciudadanos acudían sin cubrebocas a las tiendas con la confianza de haberse enterado por notas periodísticas de la nueva disposición, al entrar a los establecimientos se topaban con que aún lo requerían para ingresar, lo que desencadenaba una discusión que terminaba en que a los empleados aún “no les habían bajado la instrucción”.
Esto es entendible, pues luego de dos años de mantener el uso obligatorio en espacios cerrados, era de esperarse que el cambio repentino causara un efecto como el que se vivió ayer, aunque sin duda era lógico luego de que en estados vecinos como Texas o Nuevo León esto haya ocurrido desde hace tiempo.
Era lógico también porque desde hace tiempo se han hecho eventos multitudinarios sin mayor problema, además de que quienes se han contagiado a este punto, es en más del 90 por ciento de los casos, porque no se vacunaron en alguna de las tantas campañas que han habido, tanto del gobierno federal como las transfronterizas promovidas por el Municipio.
No se trata de ser anarquistas u omisos a las recomendaciones sanitarias, sino que a este punto el covid-19 ya no es una novedad, sino parte del paisaje, pues en proporción, actualmente mueren más personas por males cardiacos, así como derivados de la diabetes, que por coronavirus, y no por eso se prohíben los refrescos y bebidas azucaradas.