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No han nacido y ya son víctimas del cambio climático

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Escrito en OPINIÓN el

Un clima cambiante impacta la atmósfera, los océanos y la tierra y, como se trata de un asunto transversal, ni uno solo de los ámbitos se salva. Desafortunadamente ya se han producido cambios considerables en lo social y ambiental que inciden en la salud, pero no ocurre en la misma medida ni intensidad.
Así, las poblaciones más vulnerables, aquellas que no cuentan con programas de adaptación al cambio climático o las que menos emisiones de CO2 emiten, suelen ser las más desprotegidas y golpeadas. En materia de salud, las afectaciones también presentan distintas profundidades.
Los efectos de la crisis climática son diferenciados de acuerdo con el nivel de desarrollo de las naciones, además, inciden las desigualdades sociales y económicas, los rangos de edad y el sexo.
Ningún sistema respiratorio se salva de la mala calidad del aire, pero las enfermedades se presentarán de distinta manera en las personas más desfavorecidas.
Las poblaciones más vulnerables estuvieron expuestas a 475 millones de eventos de olas de calor, lo cual tuvo consecuencias en un exceso de morbilidad y mortalidad, de acuerdo con el reporte de la prestigiada publicación The Lancet, titulado “The 2020 report of The Lancet Countdown on health and climate change: responding to converging crises”. Y no debe sorprender si el cambio climático también tiene consecuencias sobre la salud materna y neonatal.
El reporte “Riesgos del cambio climático para la salud materna y neonatal: un llamado a la conciencia y la acción mundial”, publicado en Acta Obstetricia et Gynecologica Scandinavica, indica que la contaminación del aire y el cambio climático “tienen un efecto adverso inmediato en los resultados de salud reproductiva, materna y perinatal, con el devastador potencial de afectar la salud de las generaciones futuras”.
De acuerdo con los científicos, las mujeres embarazadas y los recién nacidos se encuentran entre las poblaciones más vulnerables y los percances pueden ser tanto directos como indirectos, por estrés por calor, fenómenos meteorológicos extremos y la contaminación del aire.
La mayoría de las muertes maternas y neonatales, indican, tiene mayor ocurrencia en países de bajos ingresos, donde son la regla pobreza, desnutrición, enfermedades por vectores, infecciones, viviendas de mala calidad y mal saneamiento, así como sistemas de salud deficientes.
Sin embargo, son las altas temperaturas y las olas de calor las que generan mayores consecuencias negativas en las mujeres embarazadas, debido a que interfieren en la capacidad para disipar el calor y pueden comprometer la termorregulación.
De hecho, el calor extremo puede desencadenar hipertensión arterial y preeclampsia en el embarazo, considerada una de las tres principales causas de muerte materna a escala mundial.
El estudio Exposición al calor y salud materna ante el cambio climático de las doctoras Lee Ann Kuehn y Sabrina McCormick, de la Universidad George Washington, publicado en la revista International Journal of Environmental Research and Public Health, señala que pueden manifestarse complicaciones en la salud materna, la salud fetal, la salud perinatal o la salud posnatal de la madre y/o del recién nacido.
Debido a la propia situación hormonal que experimentan las mujeres embarazadas en todas las etapas del periodo de gestación, pueden llegar a sentir agotamiento, inclusive si son víctimas de golpe de calor —que es cuando el cuerpo alcanza una temperatura mayor a 40.6 grados centígrados— es factible que se desencadene una falla del sistema nervioso central.
Entre otras de las afectaciones destacan “incidencia en el riesgo de parto prematuro, parto prematuro a término o gestación acortada, bajo peso al nacer, muerte fetal y angustia neonatal relacionada con el calor”.
La Organización Mundial de la Salud también ha alertado que las altas temperaturas incrementan el peligro de parto prematuro, el cual se considera cuando el nacimiento sucede antes de las 37 semanas de gestación.
Entre las consecuencias de un periodo corto de gestación destacan daños cognitivos, así como problemas relacionados con la visión o con la audición.
Los estudios también han demostrado que la contaminación atmosférica aumenta los partos prematuros y bebés con bajo peso al nacer.
La salud de las personas en general y en particular la de las mujeres embarazadas y de los recién nacidos pende de si las naciones tienen efectivos planes de adaptación, además de si se invierte lo suficiente en los sistemas de salud frente a los grandes desafíos del cambio climático.