El Ayuntamiento está cerrando sus cinco años precisamente con aquello con lo que recordaremos a la administración, con puros baches y socavones, sin duda su sello innegable.
Si bien se trata de una problemática con la que la ciudad ha tenido que lidiar en todas las administraciones, en esta gestión ha sido una cantidad exagerada y con huecos de tamaños récord.
Aquí es donde cabe la frase “lo barato sale caro”, pues muchos de esos baches y socavones que vemos hoy son como un ‘deja vu’, se tratan de hundimientos que ya existían, los habían “reparado” y volvieron a surgir donde mismo, lo que sólo evidencia que no se hizo el trabajo adecuado.
Con frecuencia se ve al Ayuntamiento rellenando los huecos con tierra sin compactar y lista para que se vuelva a humedecer y colapsar, para de esta manera volver a poner en riesgo a la ciudadanía; esto es la definición completa y exacta de negligencia.
Hacerlo bien a la primera no es una opción para el Ayuntamiento, pero más allá de su desinterés, esa negligencia pone en riesgo a los neolaredenses, que un día cualquiera, especialmente en el marco de las lluvias, puede descubrir un socavón con el potencial de tragarse un auto entero; de hecho ocurrió este año, el anterior y los otros en que ha estado Rivas.
Para los neolaredenses no hay contingencia más contundente que las lluvias para hacer que la gente se quede en casa, con que exista un pronóstico de clima severo y que el cielo se vea drásticamente nublado es suficiente para que las calles estén vacías, pues nadie quiere ser el que quede atrapado en los encharcamientos o peor aún, en un socavón, pues siempre termina costándole a la gente el dinero que con mucho esfuerzo gana.
Ni siquiera la pandemia ha sido tan convincente para los neolaredenses como la lluvia para eso de “quedarse en casa”, esto resulta particularmente grave entre aquellos que viven cerca de arroyos, pues la falta de mantenimiento eleva el riesgo de inundación.
Todo esto ocurre por las malas experiencias de los neolaredenses en las lluvias, que no se trata de una o dos ocasiones aisladas, sino una contingencia que parece ineludible en ciertos meses del año.
Los neolaredenses no le temen a la lluvia como tal, sino a las consecuencias que se generan derivado de la mala infraestructura e insuficiente mantenimiento o maniobras para prevenir tantas afectaciones.
Al final todo tiene que ver con el Ayuntamiento y su corrupción, pues incluso en las colonias propensas a inundarse, se encuentran en áreas que en su momento la CILA advirtió que no debía construirse, precisamente por ser de riesgo, pero pudo más la avaricia de autorizar fraccionamientos en esos terrenos en los que hoy reside tanta gente que la sufre en cada lluvia.
Baches y socavones; el sello de Rivas
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