COSAS DE MI PUEBLO Y DEL OTRO LADO

El lenguaje inclusivo

Escrito en OPINIÓN el

Está muy vigente y candente la discusión con respecto al lenguaje inclusivo, el cual es impulsado por jóvenes que no se reconocen ni identifican con ninguno de los dos sexos, o sea, no se sienten ni hombres ni mujeres, ellos sostienen, somos “no binarios” entendiendo por binario a la dicotomía hombre-mujer. En eso están en su total derecho y no es nada nuevo la existencia de seres que nacen en el cuerpo equivocado, la homosexualidad data de siempre y grandes personajes de la historia fueron homosexuales; sin embargo, nunca requirieron de sustantivo y adjetivos que los identificara. Si su cuerpo tenía órganos masculinos, admitía el tratamiento de masculino y si los tenía femeninos, estaba de acuerdo con el tratamiento de mujer. Nunca hubo problema con las palabras.
Hace unos días, se suscitó una polémica en redes, cuando un o una usuaria protestó porque la llamaron “compañera” en lugar de “compañere”, respondió molesta y contrariada, evidentemente tiene un serio conflicto de identidad y está en su más absoluto derecho de adoptar la identidad con la que se sienta mas cómoda y, si no se siente mujer, pues está bien, pero eso no implica que la demás gente sepa cuáles son sus sentimientos. Si su apariencia es femenina se le hablará en femenino y viceversa, claro que hay múltiples casos en los que la apariencia corresponde a su sentimiento de identidad, mujeres que usan pantalones, camisas, zapatos o botas masculinas etc. ¡Vale!, la bronca para los demás es cómo llamarle.
La mayoría de las lenguas, si no es que todas, tiene un genérico que está en masculino y sirve para nombrar a todos, sin importar el sexo; sin embargo, hemos llegado a grados que rayan en lo ridículo, como escuchar en la radio los anuncios de la cámara de diputados en los que usan el “los y las” que es un error garrafal de gramática, pero a ese grado se ha llegado en el afán de no ofender a nadie. Estamos destrozando la lengua de Cervantes. En una ocasión Gattel, el subsecretario de salud, usó el término “colegas y colegos” obviamente equivocado, y no sé si lo hizo intencionalmente o, en su afán de ser inclusivo, no pensó en la tontería que estaba diciendo. A eso estamos llegando.
Ya en otra ocasión había comentado que si se quiere ser inclusivo, entonces tenemos que inventar adjetivos y sustantivos para toda la extensa gama de sexos que han surgido últimamente, al grado que para llamar a este numeroso grupo de seres se usan las siglas LGBTTT y + (Lesbianas, Gay, Bisexual, Transexual, Travesti, la otra T no sé de qué es y le agregan y más, o sea todo lo que se acumule. En ese tenor, cada una de las categorías reclamarían el uso de palabras que los identifique, obviamente son “no binarios”. No discuto el derecho a ser lo que les guste ser, independientemente de sus órganos sexuales, pero es una aberración querer que se use un lenguaje tan dubitativo y además complejo.
Lo grave es que quienes están en la discusión, ni siquiera saben usar correctamente la designación de la persona. Insisto, las palabras tienen género, los seres tenemos sexo y esto está más que claro. Por lo tanto, no hay “violencia de género”, “discriminación en razón de género”, “equidad de género”, etc. Siempre se ha de usar “sexo” en lugar de “género”: sin embargo, hasta en los más altos niveles de gobierno se sigue usando este término equivocado; como que ya llegó para quedarse y seguimos destruyendo nuestra hermosa lengua.
No me explico cómo alguien puede entender un texto en el que se use, “todes, compañeres”, etc. Bueno en España, en el Parlamento una diputada se atrevió a usar el término “la portavoza” porque se refería a una mujer, esto fue el colmo del desconocimiento de nuestra bella lengua. La voz ya está en femenino y el término “portavoz” significa, quien lleva o porta la voz. El diputado que criticó esta acción le llamo “ignorancia supina” y fue lo más suave que pudo decir. Bueno, estimado lector, le agradezco infinitamente la benevolencia de su atención, le deseo un extraordinario fin de semana en familia, la canícula que se fue, dejó sólo una secuencia de calor.