La variante Ómicron parece distante, como en su momento escuchábamos de la primera ola del Covid-19 mientras azotaba a Wuhan, lo que ya se sintió más cercano es el incremento en la paridad del dólar, que es parte de los muchos efectos económicos y sociales que le siguieron al anuncio de la OMS al declarar ‘preocupante’ esta última y más agresiva cepa.
Para bien o para mal, esta vez por los antecedentes o enseñanza que dejó la pandemia, llevó a varios países, entre ellos Estados Unidos y Canadá a actuar con mayor prontitud y cerrar de forma casi inmediata su tráfico aéreo con las naciones afectadas en primera instancia con la variante Ómicron.
Mientras tanto en Nuevo Laredo, el dólar alcanzó los 21.50 pesos por cada billete verde a la venta, sin duda representa una primera consecuencia muy palpable que debemos tomar en cuenta.
Más allá de alarmarnos, debemos tomar en cuenta la experiencia que nos quedó de toda la contingencia y sobre todo actuar de forma consciente a un nivel colectivo para evitar una regresión o un segundo episodio de lo que ya vivimos durante todo el 2020 y todavía la primera parte del 2021.
De alguna manera podríamos decir que tenemos algo de ventaja con respecto al inicio de la pandemia, pues aunque la nueva cepa promete ser más agresiva, la vacunación tiene ya de entrada un nivel de protección contra la variante, además de que en promedio siete de cada 10 personas ya están vacunadas, aunque lo ideal sería que la cobertura fuera total.
Al principio el problema era la disponibilidad de la vacuna, por un tiempo parecía muy distante que se desarrollara, aprobara y aplicara a cada persona el biológico de cualquiera de los laboratorios autorizados, pero a este punto en Laredo y Nuevo Laredo -por mencionar el entorno inmediato- ya cubrieron a todos los segmentos de población abierta incluso con varias jornadas adicionales de rezagados; sin lugar a dudas ha habido las dosis necesarias por cada ciudadano, pero aún así, hay gente que no se quiere inocular, especialmente del lado americano.
Curiosamente con tanta información -real y falsa- que está hoy en la palma de la mano, los movimientos antivacunas han cobrado una fuerza extraordinaria utilizando las redes sociales como plataforma para persuadir con datos tendenciosos y usualmente falseada totalmente, que al final llegan a convencer sobre todo a un segmento vulnerable que no necesariamente se encuentra en alguna clase social, pues en esa mentalidad hay personas de todos los niveles socioeconómicos.
Ahora más que nunca es necesario resolver esa problemática que desprotege a un gran segmento pero que al final nos vulnera a todos, pues los contagios y hospitalización siguen afectando, prácticamente en su totalidad a aquellos que no se han aplicado ninguna de las vacunas que han estado disponibles.
De igual manera es importante que retomemos esos cuidados que parece que ya hemos comenzado a olvidar, con la reapertura de tantas actividades que estuvieron restringidas, pues poco a poco nos estamos confiando y con ello dejando de lado el uso del cubrebocas, el lavado frecuente de manos y el distanciamiento social. En fin, tratemos de no perder lo mucho que ya hemos ganado y sobre todo que costó muchas vidas de nuestros seres queridos.
La amenaza de Ómicron
Escrito en OPINIÓN el