El 7 de octubre, el secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres, formuló la declaración más enfática y acertada sobre la vacunación para Covid-19, quizá el tema más polémico entre los muy diversos que se relacionan con la pandemia. Conviene reproducirla verbatim:
“Si permitimos que la actual situación continúe y el virus se propague como incendio, existe el riesgo de que un día, que puede venir muy pronto, surja otra variante, no la Delta, sino otras variantes capaces de resistir las vacunas.
Así, todo el esfuerzo de los países desarrollados para vacunar una, dos o tres veces a toda su población, ese enorme esfuerzo, se vendrá abajo y las personas dejarán de estar protegidas. Por tanto, no asegurar una distribución equitativa de las vacunas no sólo es cuestión de ser inmoral, es también cuestión de ser estúpido”.
Esta declaración lapidaria se dio en el contexto del anuncio de una Estrategia Global de Vacunación que tiene por objetivo más inmediato alcanzar a 40 por ciento de la población mundial antes del fin de año y escalar esa proporción a 70 por ciento en junio de 2022.
“La estrategia –señaló Guterres– supone un camino coordinado y creíble para acabar con la pandemia en todas partes y en beneficio de todos”. (Véase el boletín de la ONU en https://news.un.org/es/story/2021/10/1498032.) Parece en extremo difícil alcanzar metas tan ambiciosas sin un esfuerzo mayúsculo aún no diseñado.
Para principios de octubre cerca de un tercio (31 por ciento) de la población mundial había recibido el esquema completo de vacunación. Esta proporción dista mucho de ser representativa: los países de ingreso medio y alto han usado tres cuartas partes del total de vacunas producidas a la fecha, mientras los países de bajo ingreso han recibido apenas una de cada 100 inmunizaciones.
En África, por ejemplo, la población vacunada no alcanza a 5 por ciento. Otros 56 países en desarrollo, de bajo o medio ingreso, se sitúan por debajo de la cota de 10 por ciento.
El elemento clave para lograr una equidad razonable en la distribución de las vacunas es “la transferencia de conocimientos y tecnología para la fabricación de vacunas a todos los países que tengan la capacidad de elaborarlas, lo que requeriría compartir la propiedad intelectual, relajando las patentes”, anota el documento. Tampoco hay indicios de que los titulares de estos derechos estén dispuestos a modificarlas.
La estrategia propone acciones específicas para todos los concernidos en la lucha contra la pandemia. Identifica y recomienda acciones que competen, algunas al conjunto de naciones del mundo, y más específicamente a varios conglomerados: los países productores de vacunas, por una parte, y, por otra, los que han conseguido vacunar a la mayoría de sus poblaciones; alude enseguida a las empresas o entidades que producen las vacunas; a los bancos e instituciones de desarrollo globales o regionales y, finalmente, a la sociedad civil, las organizaciones comunitarias y el sector privado.
Refirámonos a las recomendaciones de mayor alcance. Concierne a todos asegurar la mayor efectividad y mejor funcionalidad de los esquemas multinacionales de gestión y distribución de vacunas.
Covax es el más amplio y conocido de ellos y está llamado a convertirse en el vehículo multilateral ideal para asegurar que las vacunas lleguen con la mayor oportunidad y en las cantidades que se requieran a los países y regiones menos avanzadas del mundo en desarrollo.
Ahora también ha iniciado operaciones AVAT, un mecanismo para acelerar la disponibilidad en los 55 estados de la Unión Africana, establecido en colaboración con Unicef y el Banco Mundial.
La estrategia pide a los fabricantes de las vacunas: a) priorizar y cumplir los contratos Covax y AVAT con carácter de urgencia; b) brindar transparencia total sobre la producción mensual general de vacunas Covid-19 y calendarios mensuales claros de suministros para Covax, AVAT y los países de ingresos bajos y medianos bajos, para permitir una planificación adecuada a escalas mundial y nacional y un uso óptimo de los suministros escasos.
c) Involucrar y trabajar activamente con países que tienen alta cobertura y que han contratado grandes volúmenes de vacunas para permitir se dé prioridad a los contratos de Covax y AVAT, incluso a través de intercambios de calendarios de entrega, y facilitar una distribución de dosis rápida y temprana; y, d) comprometerse a compartir conocimientos más rápidamente, facilitar la transferencia de tecnología y proporcionar licencias voluntarias, no exclusivas y transparentes, para garantizar que el suministro futuro de vacunas sea confiable, asequible, disponible y se distribuya en todos los países en volúmenes y plazos que logren un acceso equitativo.
Ahora, hacia la parte final del segundo año de la emergencia sanitaria, el acceso equitativo a las vacunas parece ser la clave de la efectividad en el combate a la pandemia.
Sin vacunas para todos, el esfuerzo, en vano
Escrito en OPINIÓN el