Sí, ya sé que he escrito sobre Elena Poniatowska en varias ocasiones, pero lo que pasa es que este personaje, además de ser uno de mis favoritos, es interminable. Elena cada día nos sorprende, está por cumplir 88 años y sigue tan fresca como ayer, todavía hace travesuras y le gusta jugar. Tal vez ese carácter es lo que la mantiene viva y vivaracha, se sigue riendo de todo, cada día es una nueva oportunidad para ser feliz y lo sabe aprovechar, no desperdicia ni un minuto de las 24 horas, aun ahora que está, como todos, sometida al confinamiento, para ella ha sido una bendición pues le da todo el tiempo del mundo para continuar con su trabajo. No está encerrada, sigue tan libre gracias a su imaginación y creatividad. Vuela entre el tiempo.
En días recientes, unas declaraciones que le hizo a un periodista, levantaron ámpula en todos los medios, nadie permaneció impasible ante sus palabras, las que arrancaron todo tipo de reacciones, desde las majaderas de personas ignorantes, hasta las de los políticos de la oposición que vieron en ellas la gran oportunidad que esperaban para seguir denostando al presidente López Obrador. Elena no lo está denostando, sólo expresa su muy particular punto de vista en referencia a las tan comentadas conferencias mañaneras. Esto no significa que desapruebe a la Cuarta Transformación, con la que está de acuerdo, sólo reprueba la obcecación del presidente de hablar y hablar y hablar cada mañana.
La citada entrevista es muy larga, le pregunta muchas cosas referentes a su obra y su vida, Elena, generosa como es, no le ocultó para nada su manera de pensar, al contrario, fue especialmente espléndida en las respuestas, que por cierto ponen de manifiesto su claridad de pensamiento y su innegable lucidez, el tiempo le ha hecho lo que el viento a Juárez. En el transcurso de la entrevista, hace referencia a que ambos, el entrevistador y ella, se dedican a lo mismo, eso los hace pares y por lo mismo lo atiende como a ella le gustaría que la atendieran. Elena le abrió su casa virtualmente y su corazón, no dejó nada a la imaginación, al contrario, fue muy enfática.
Elena, como muchos, yo entre ellos, piensa que las mañaneras deberían de tener otro formato, que el presidente no debería hablar tanto sobre lo mismo, hace meses que machaca los temas, los que ya nos sabemos de memoria, cualquier pregunta que le hagan, da pauta para una larguísima disertación que de pronto raya en lo aburrido y se pierde el interés, esto es algo que ya le debían de haber dicho sus asesores, pero es muy posible que no les haga caso. Esta costumbre hace que las mañaneras se prolonguen demasiado; dificultó que haya quien tenga el tiempo y las ganas de echarse más de dos horas escuchando el mismo estribillo. Salvo ocasiones en las que proporciona información relevante y trascendental.
Nadie hasta hoy, había tenido el valor y la dignidad de criticar abiertamente al presidente, aunque lo apoyen, aunque estén de acuerdo, como muchos mexicanos lo estamos con su política y sus medidas; sin embargo, Elena Poniatowska nunca se ha caracterizado por ser temerosa del poder, nunca dejó palabras en su boca que debían de ser dichas, se convirtió en la voz de los que no podían hablar y lo sigue siendo; lo dijo en “La Noche de Tlatelolco”, en “Hasta no verte Jesús mío”, en todas las voces, “Las voces del temblor”, lo dijo cuando reivindicó a “Las siete cabritas”, en fin, en todos sus libros, de una u otra manera, alza su voz por México. Lo grave no es lo que dijo, sino la manera tan aviesa, tan vil, en que lo han usado.
De toda la larguísima entrevista, lo único que se ha publicado son sus palabras pidiendo el fin de las mañaneras, de todo lo que dijo, que es muy interesante e importante, lo único que se ha publicado son sus palabras reprobando este aspecto del presidente. Para mí, ha sido muy molesto que en las redes hayan ofendido a esta gran periodista y mejor escritora. Elena no requiere defensores, su obra y su trabajo la defienden, no necesita que la protejan, su larga trayectoria la blinda y quienes no lo entiendan así lo único que demuestran es su falta de sensibilidad y su abyección. Se vale estar de acuerdo con el presidente, pero también se vale disentir con él y expresarlo haciendo uso de nuestro más elemental derecho a la libre expresión. Derecho del que ha hecho uso Elena Poniatowska.
Podría asegurar sin temor a equivocarme que el mismo presidente López Obrador, no está molesto con Elena, él sabe quién es ella y de qué manera su apoyo fue fundamental en su larga campaña para llegar hasta la presidencia. Y bueno, habrá que reconocer que precisamente gracias a ese carácter obcecado y terco, lo consiguió.
Gracias amable lector por compartir conmigo esta breve reflexión, le deseo un espléndido domingo en familia, ya nos falta poco para salir a volar, por lo pronto echemos a volar nuestra imaginación, como lo hace Elena.