¡De veras! ¡Qué lluvias la de los días pasados! Y, el mismo problema de siempre: las calles inundadas. Y, si bien es cierto que es por falta de una estructura pluvial actualizada y eficiente, también ha afectado, y mucho, la irresponsabilidad de muchos de nosotros por utilizar las calles y los baldíos como basureros. Sin nuestra colaboración, no hay obra pública que compense nuestra irresponsabilidad.
Y es que, detrás de los daños provocados por los desastres naturales, está nuestra dejadez, nuestra falta de respeto al medio ambiente. Lo más triste es que, sabiéndolo, no hemos sido capaces de modificar nuestros actos.
La semana pasada el Papa nos dio el siguiente mensaje:
“Para salir de la pandemia es necesario que sigamos la regla de oro de nuestro ser ‘hombres y mujeres’, que es ‘cuidar’ y cuidarnos mutuamente entre nosotros, apoyar a los ‘cuidadores’ de los más débiles, de los enfermos y de los ancianos, y cuidar asimismo nuestra casa común, recordando que la tierra y todas las creaturas pertenecen al Señor que las creó y que nos las encomendó para que las conservemos y las protejamos.
“Nosotros también somos parte de la creación, no somos sus dominadores absolutos, con la pretensión de querer ocupar el lugar de Dios, pensando que tenemos derecho a depredarla, explotarla y destruirla. En cambio, la misión que Él nos ha confiado es que seamos los custodios de esta casa común que nos acoge, y aprendamos a respetarla y a evitar que la sigan maltratando y arruinando.
“Todo ha salido de las manos del Creador, que ha dejado su huella en cada creatura. El mejor antídoto para cuidar y proteger nuestra casa común de esos abusos es la contemplación. El mismo Señor nos invita a admirar maravillados y en silencio su obra, para poder reconocer en cada creatura el reflejo de su sabiduría y su bondad. Ser contemplativos nos lleva a ser responsables, con estilos de vida sostenibles que respeten y protejan la naturaleza, de la que también nosotros formamos parte.
“Contemplar para cuidar, contemplar para custodiar, custodiarnos nosotros, a la creación, a nuestros hijos, a nuestros nietos, y custodiar el futuro. Contemplar para curar y para custodiar y para dejar una herencia a la futura generación.
“Ahora bien, no hay que delegar en algunos lo que es la tarea de todo ser humano. Cada uno de nosotros puede y debe convertirse en un ‘custodio de la casa común’, capaz de alabar a Dios por sus criaturas, de contemplarlas y protegerlas”.
Estamos en el mes de la Patria. ¿Qué tal la hemos cuidado? Levantarla ha costado “sangre, sudor y lágrimas”. Nosotros somos herederos de ese esfuerzo, y muchos de nosotros, por nuestra irresponsabilidad, hemos sido nosotros, los mexicanos, los que nos hemos convertido en sus enemigos, pues mexicanos fueron los que lucharon contra los insurgentes, contra Madero, contra los cristeros, contra las mujeres y contra tantos inocentes que han sido expoliados por los grupos antisociales. ¿Hemos sido verdugos o cuidadores?
“Si tenemos esta relación -continúa el Papa- ‘fraternal’, en sentido figurado, con la creación, nos convertimos en custodios de la casa común, en custodios de la vida y en custodios de la esperanza, custodiaremos el patrimonio que Dios nos ha confiado para que las generaciones futuras puedan disfrutarlo. Y alguno podría decir: ‘Pero, yo me las arreglo así’. Pero el problema no es cómo te las arreglas hoy -esto lo decía el teólogo alemán protestante Bonhoeffer-. El problema es: ¿cuál será la herencia, la vida de la futura generación? Pensemos en los hijos, en los nietos: ¿qué les dejaremos si explotamos la creación? Custodiemos este camino para que podamos convertirnos en ‘custodios’ de la casa común, custodios de la vida y de la esperanza”.
Pero en ello, como siempre, usted tiene la última palabra.
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