Una noche toda llena de murmullos, de perfumes y de música de alas, como la del Nocturno de José Asunción Silva, los recién casados se dispusieron a consumar sus nupcias en los términos de la legislación canónica y civil. Antes de ir al lecho, sin embargo, él le preguntó con mirada inquisitiva a ella: “Dime, Rosibel: ¿es la primera vez que haces esto?”. Respondió ella: “Sinceramente no me acuerdo, Ultimio. Necesitaría consultar mi diario”. (Nota. Y el tal diario tenía el grosor del directorio telefónico de Nueva York)... La señorita Himenia, célibe ya entrada en años, recibió en su casa la visita de don Cucurulo, también soltero y portador de bastantes calendarios. Le ofreció una merienda consistente en té de gordolobo y galletas de animalitos. Al término del delicado piscolabis el visitante le dijo a su anfitriona: “Anhelo besar sus dulces labios, querida amiga mía, pero la timidez pone freno a los míos. Necesitaría estar ebrio para vencer mi cortedad y realizar mi sueño”. De inmediato se puso en pie la señorita Himenia: “Voy por la botella”... El burrito de Juan Ramón Jiménez y la burrita de Cri Cri están en vías de extinción. Ya no se oye en el rancho el wagneriano clamor del burro de las 11, que a esa exacta hora daba a conocer al mundo su existencia. El sincopado compás de su rebuzno ha sido sustituido por la estridencia de las motocicletas, medio de transporte de moda entre los campesinos jóvenes, que las compran a 24, 36 o 48 cómodas mensualidades. Yo no me opongo a la modernidad, aunque a veces la encuentro demasiado moderna. Entiendo, pues me lo dice la gente del Potrero, que es más fácil mantener una moto que un jumento. Pero el burro era parte del paisaje, y algo le falta al cuadro ahora que el burrito franciscano ya no se mira en él. Es una pena que no sea yo hombre de música o de poesía. Ninguna de esas dos bellas locuras recibí de Dios. Si las tuviera le escribiría al paciente asno un soneto alejandrino y por lo menos le compondría una canción, si no un concierto o una sinfonía. Cualquiera de esas dos obras merece. En su lugar, antes de que se vayan para siempre, les dedico al burro y a la burrita estas desmañadas líneas. Las estoy escribiendo exactamente a las 11... El barman de la cantina “Mi despacho”, hombre de gran imaginación a juzgar por el original título que dio a su establecimiento, le sugirió a don Chinguetas, uno de sus asiduos parroquianos: “Debería usted probar nuestro nuevo coctel. Se llama ‘Fortaleza’, y está hecho con tres ingredientes: azúcar, leche y vino. El azúcar le dará energía; la leche le dará fuerza...”. Preguntó don Chinguetas: “Y el vino ¿qué me dará?”. Respondió el cantinero: “Le dará ideas sobre qué hacer con la fuerza y la energía”... Una madre de familia acudió a la oficina del director de la escuela secundaria y le dijo llena de inquietud: “El maestro de Educación Sexual les anunció a sus estudiantes que mañana les pondrá un examen”. “No encuentro nada extraño en eso”, replicó el director. “Según las prescripciones de la doquimología, parte integrante de la ciencia pedagógica, se debe evaluar periódicamente el nivel de aprendizaje de los educandos. Me parece muy natural, entonces, que el profesor de la materia de Educación Sexual aplique un examen a sus alumnos”. “Sí”, admitió la angustiada señora. “Pero les dijo que el examen será oral”... Taisia, mujer en flor de edad y de buenas prendas físicas, usaba siempre medias negras. Una de sus amigas quiso saber por qué. Respondió ella: “Las llevo en memoria de todos los que han pasado al más allá”... Una señora que paseaba por el campo vio a un pequeño campesino que con ímprobos trabajos arrastraba a un chivo que se negaba a andar. “¿A dónde llevas ese chivo?” -le preguntó-. “A que monte una cabra” -contestó el chamaco-. Irritada al verlo fatigarse tanto le preguntó la forastera: “¿Y no puede hacer eso tu papá?”. “No -replicó el muchachillo-. Tiene que ser el chivo”... FIN.
El burrito y la burrita
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