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La del recuerdo

Escrito en OPINIÓN el

Seguimos respetando la sana distancia y evitando aglomeraciones, nuestras escapadas son en línea directa a las compuertas de la presa Falcón, las lluvias derivadas del huracán Hanna dejaron escurrimientos importantes en este afluente pluvial; gracias a esa depresión tropical, permite la apertura de las compuertas para la generación de electricidad, necesidad imperante en esta temporada de calor, donde se eleva el consumo de la energía eléctrica en los hogares de todos los tamaulipecos.

Este proceso de generación de electricidad da paso libre para que las robaletas emigren del vaso de la presa hacia el río donde desembocan las turbinas, convirtiendo a este punto en el mas importante para los aficionados a la pesca de orilla, pues ahí también se concentran peces de mayor tamaño como catanes, róbalos y bagres, siempre al acecho, estacionados frente a las corrientes de agua, a la espera de la llegada de peces de menor tamaño con los cuales se puedan alimentar.

A esta cadena alimenticia también se le suman los humanos, quienes encuentran “de pechito” frente a las turbinas a todos los peces que logran pasar por la inmensa pared de cemento, estos ya no pueden regresar, encajonados, sin escapatoria, frente a los depredadores de mayor tamaño, también están obligados a pasar frente a la tentación de alimentarse y morder un señuelo de pesca.

Miles de metros cúbicos se encargan de arrastrar a cuanto pez se pone a su paso, las corrientes que esto genera ayudan a crear una pared de burbujas que mimetizan los señuelos en forma de ratler trap, mosquitos y paletones chicos; la naturaleza de las robaletas como depredadoras natas eleva el porcentaje de caer en la tentación, incitando a morderlos creando un espacio ideal para la pesca de esta especie, la cual ha emigrado a esta presa gracias a la apertura de las compuertas de la presa La Amistad, transportándose a través del río Bravo hasta llegar a la presa Falcón, aquí en poco tiempo se ha logrado adaptar al grado de reproducirse en gran escala. En un par de horas es fácil capturar una docena, su peso promedio fluctúa entre 600 y 800 gramos y gracias a su carne blanca, de la cual se obtienen un par de filetes con pocas espinas, ofreciéndote la doble satisfacción de una descarga de adrenalina al pescarlo y un excelente aporte nutritivo al comerlo.

Cambiando un poco de canal aprovecho para mandar un caluroso saludo a un personaje muy asiduo a esta su humilde columna, el tremendo Juan Aceves, pescador de hueso colorado en agua salada y dulce, conocedor de las presas de la región, quien después de darse una escapadita a la presa Don Martín nos comparte una foto con un tremendo róbalo de casi tres kilos de peso, para sorpresa capturado frente al bordo de las compuertas al primer lance, con un señuelo en forma de rattler trap de tono atigrado; sin lugar a dudas aparte de buena suerte y su experiencia, le pone pasión a este deporte.

Te mando un fuerte abrazo, recordándote que esta humilde columna es dedicada a pescadores de hueso colorado como tú.

No dejen de enviarme sus capturas a este es su espacio.

Cuéntame tu historia, tú ya conoces la mía.

viajesdepesca@hotmail.com