Comprobable es que cuando se trata de programas que beneficien a grandes emporios ahí no existe impedimento alguno, no hay “riesgo” de contagio; es de juzgar estas medidas contradictorias y absurdas, el que marquen semáforo rojo: peregrinaciones, semáforo verde: ¡el buen fin!
Por todos es sabido que este inicio de semana se dio el banderazo al programa denominado el Buen Fin en un conocido establecimiento comercial, inauguración que dejó ver a un Alcalde emocionado, rodeado de un cónsul, de representantes de asociaciones del comercio, empresariales incluso regidores.
Sorprendente fue para la mayoría de la ciudadanía de esta ciudad, el ver que, pese a las advertencias de contagio de parte de quien se supone es el principal vocero para externar medidas de quedarse en casa, de ese sano distanciamiento, de no reunirse en lugares cerrados como es el propio Alcalde, comprobar que él mismo como autoridad de este acumulamiento de personas fue su principal auspiciador.
En variados medios de comunicación y distintas redes sociales muy discutido ha sido que el Buen Fin se haya aprobado en plena crisis de pandemia, al saberse que no es una actividad “esencial” como para urgentemente llevarla a cabo.
Pues basta con entender que, si a la gente se le ha privado en estos meses de no trabajar, o disminuir sus jornadas laborales, es que por lo mismo sus salarios por igual han mermado.
Entonces si no existe ese poder económico de la gente trabajadora, cómo es posible que a ese grupo empresarial que tiene a cargo el Buen Fin, se les permita que vengan y a través de su programa por decir así, a “chupar” como sanguijuelas lo que le queda de esa precaria economía del asalariado.
Bien definido entre todos está que el Buen Fin, tan sólo se ocupa de ofrecer no “ofertar” artículos variados electrónicos, en donde las televisiones, los reproductores de música, tabletas electrónicas, consolas de videojuegos, entre otros, son utilizados como ese “señuelo”, ese gancho para bien embaucar.
Insistir en comprar a través de tarjetas de crédito en donde la banca, está a las espaldas para agenciarse de esas deudas que a la postre se convertirán en esa redituable ganancia, al ya no poderse pagar.
Cierto es que al igual que al resto del mundo el Covid-19 ha mantenido con una muy mala economía a Nuevo Laredo, las restricciones por parte de las distintas autoridades para con lo mismo ha provocado el cierre total o parcial de muchos y variados negocios.
Comprobable es que todas las acciones y prevenciones tomadas sobre este delicado asunto de salud pública por residentes de Nuevo Laredo han sido aceptadas, pero conforme fueron pasando los meses el estancamiento sobre esas medidas fue el común denominador.
Al verse, que no surgían mejores planes, ni mucho menos proyectos que aligeraran la carga, que impactaran menos sobre todo en la economía familiar.
Esto último como es el ingreso económico del pueblo trabajador, es lo que más se ha afectado, pues el considerar actividades como esenciales y no esenciales fue algo no muy bien definido ni establecido, al entender que para toda la gente es “esencial” el día a día independientemente a qué se dedique, el generar un ingreso.
Entonces, los residentes de Nuevo Laredo, han visto con incredulidad cómo es que los bancos abren, las compañías refresqueras venden, los centros comerciales siguen, pero los pequeños comercios familiares como abarroteros, taqueros, papelerías, entre muchos otros, como artesanales o de manualidades, reposteros, han sido obligados de una forma drástica a cerrar o limitar parcialmente sus actividades.
En lo que va de los meses, las variadas conmemoraciones y festejos tradicionales de las familias mexicanas han sido localmente suspendidas, todo por la aplicación de un “semáforo” que determina el grado de contagio o riesgo del Covid-19.
Pero sabido es que al menos en las estadísticas diarias de la Secretaría de Salud tanto a nivel estatal como local, sus informes o están desfasados, o no son reales al comportamiento de dicha pandemia entre las familias y residentes neolaredenses.
Al comprobarse que por un lado informan que no existen contagios ni defunciones al día, y posteriormente descargan abultadas estadísticas que contradicen lo anteriormente dicho de fechas pasadas.
No es que se quiera minimizar el problema, pues los contagios suceden, las muertes por lo mismo también, pero existe sobre este tema una verdadera nube que no deja ver más allá, de que algo no está totalmente claro, o que dicha pandemia se está utilizando ya con otros tintes tanto políticos como empresariales.
Por supuesto que la gente entiende el grave problema, la ciudadanía sabe de las medidas que debe de tomar al circular por las avenidas, negocios o calles, entonces por qué las autoridades no imponen otras nuevas y acordes medidas a estas alturas de la pandemia.
Haber propuesto por qué no, el graduar y alternar las visitas a panteones, templos religiosos, aperturarlos un día sí y otro no con horarios e ingresos limitados, no haberles negado el ya tradicional “Halloween” a los niños y niñas, pues bastaba con tan sólo haberlo cambiado a un horario matutino para tener sobre ellos más atención y cuidado; y a los que ofrecen en sus hogares dulces, indicarles fueran tan sólo envueltos y colocados en mesas externas con el menor contacto posible.
Establecer por igual esa apertura alternada de al menos una semana sí y otra no de los puentes internacionales, pues es una burla al mexicano, que el ciudadano norteamericano y pese a tener más casos de contagios, tengan ellos ese privilegio de cruzar libremente y sin restricciones.
En fin, el Buen Fin, sin lugar a dudas que es una total burla para la economía del pueblo, una falta de respeto para todos los que están enfermos, o a las familias de los que han partido a consecuencia del contagio del Covid-19, por igual de aquellos que aún combaten o combatieron como heroicos apóstoles de la medicina local.