Como principal motivo para agradecer la visita a esta ciudad del amigo Jorge, pescador de hueso colorado, merecía ser pagada organizando una salida a pescar con rumbo a la presa Falcón, de bote pronto, como fuera posible, claro no sin antes preparar unas compras relámpago para llenar la hielera de víveres; un par de horas antes de mediodía del sábado arrancamos rumbo a la presa.
Tan pronto agarramos camino, justo a media trayectoria llamamos a don Benigno para darle el invite, oriundo del poblado de Nueva Ciudad Guerrero y miembro activo de la cooperativa de pesca de dicho poblado, representa uno de los guías de pesca con mayor tino, quien nos indicó que se encontraba saliendo del poblado con destino a campear (término usado por los pescadores del pueblo cuando se organizan en grupos para visitar brechas que colindan con las orillas de la presa Falcón en busca de nuevos puntos fértiles de pesca); en este caso se dirigían a 20 minutos, junto al paraje El Novillo, lo cual nos colocaba a 10 minutos de su trayectoria, como buena coincidencia nos topamos a la entrada de dicha brecha y decidimos parar y saludarlo.
Acompañado junto a su caravana de tres familias, quienes portaban la misma cantidad de víveres y una panga con sus redes, con la sana actitud de pescar, para aportar algo de ingresos a sus familias; arrastrados por la curiosidad y ganas de pescar nos fue fácil engancharnos y seguir su rumbo.
Después de unos kilómetros de terracería, ingresamos a un rancho privado, donde por fin nos conectó a la orilla de la presa. De manera organizada las tareas de los pescadores se concentraron en botar la embarcación al agua y poner el motor a punto; las mujeres en un dos por tres improvisaron una fogata y alrededor colocaron un par de mesas y sillas para preparar los alimentos.
En cosa de minutos subimos a la embarcación y navegamos en busca de recodos vírgenes para ayudar a los pescadores a soltar las redes; una vez en el agua regresamos al campamento, donde ya el fogón recalentaba un guisado de chicharrón, junto a unas gorditas de maíz.
Después de compartir los alimentos, nos invitaron a armar las tiendas rústicas de lona, donde se dispondrían a pasar la noche; ya con el atardecer encima, después de reposar las redes en el agua por cuatro horas, nos embarcamos para revisarlas, ayudamos a levantarlas y a sacar los peces atrapados, casi un centenar de ellos, entre bagres, carpas, mojarras y robaletas plasmaron una sonrisa entre los pescadores y enfilaron al campamento, donde las mujeres ya los esperaban; prontas se dieron a la tarea de bajar los baldes cargados de peces de forma organizada para empezar a filetear las capturas, tarea diestra y coordinada que les llevó sólo una hora, hasta resguardar los filetes en bolsas y acomodarlos dentro de las hieleras; para ese entonces la noche se apoderaba del entorno.
La decisión de quedarnos a campear y compartir una noche con el buen amigo Benigno fue fácil de tomar, la luz de la fogata, la noche estrellada, junto a lo vivido en todo el día le brindaba a nuestra aventura un toque especial, donde resaltaba el peculiar estilo de vida de estos personajes tan especiales, llamados pescadores; su forma tan audaz de buscar el sustento diario podrá parecer normal para ellos, cuando desde nuestro punto de vista compartir junto a ellos, nos sensibiliza al grado de ver la forma austera y feliz en la que conviven con la naturaleza sin esperar algún día ser millonarios, sólo disfrutan el buen día de pesca.
Mientras que las mujeres y niños duermen bajo las lonas, ellos nos invitaron a tomar de techo el cielo estrellado, gracias por compartir esa experiencia inolvidable.
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