En estos días de confinamiento, ha sido obligado buscar refugio en la lectura, he tenido tiempo de sobra para leer y releer muchos libros, algunos abandonados, otros olvidados y entre ellos me encontré con uno que siempre he considerado una joya: “Textos una antología general de Alfonso Reyes”, editado por la SEP en 1982 Edición especial SEP Día del Maestro. Es una delicia recrearse en su lectura, transita uno despacio, como si caminara por un bosque frondoso, fresco, oyendo el trino de los pájaros y el susurro del viento moviendo el follaje. Sus reflexiones nos conducen a un remanso de paz y tranquilidad.
Nos lleva de la mano por diversos pasajes de nuestra historia, sus preocupaciones y angustias por su México convulso que emergía de una terrible revolución; de lo que sucedía en los países en los que fue embajador, su historia, escritores, filósofos, se remite a los orígenes mismos del pensamiento humano. Sin embargo, un pasaje que me afectó mucho fue cuando narra el choque de emociones que sufrió con la muerte de su padre.
“De repente vino la tremenda sacudida nerviosa, tanto mayor, cuanto que la muerte de mi padre fue un accidente, un choque contra un obstáculo físico, una violenta intromisión, de la metralla en la vida y no el término previsible y paulatinamente aceptado de un acabamiento biológico. Esto dio a su muerte no sé qué aire de grosería cosmogónica, de afrenta material contra las intenciones de la creación. Mi natural dolor se hizo todavía más horrible por haber sobrevenido aquella muerte en medio de circunstancias singularmente patéticas y sangrientas que no sólo interesaban a una familia, sino a todo un pueblo”.
Entonces escribe sobre la trascendental decisión que sacó del sufrimiento de esa pérdida. “Saqué de mi sufrimiento una enseñanza que me he esforzado haciendo violencia a los desbordes naturales de mi ternura, para no educar a mi hijo entre demasiadas caricias para no hacerle físicamente mucha falta, el día que yo tenga que faltarle. Autoritario y duro yo no podría serlo nunca, nada me repugna más que eso, pero he procurado ser neutro y algo sordo -sólo yo sé con cuánto esfuerzo -. Y así creo haber formado un varón mejor apercibido que yo, mejor dotado que yo, para soportar el arrancamiento. Cuando me enfrenté con las atroces angustias de aquella muerte, escogí con toda certeza, y me confesé a mí mismo que preferiría, no serle demasiado indispensable a mi hijo y hasta no ser muy amado por él, puesto que tiene que perderme”.
Llegar a estas conclusiones es un proceso muy duro y de difícil decisión y cierra diciendo: “Que él me haga falta es condición irremediable: mi conciencia se ha apoyado en él mil veces a la hora de vacilar, pero es mejor que a él mismo yo no le haga falta -me dije- aunque me prive de algunos de sus mimos y dulzuras “. Me ha llamado poderosamente la atención estas reflexiones de Alfonso Reyes porque coinciden exactamente con las mías. Yo me hice la misma promesa, no cuando falleció mi padre, sino antes, cuando vi en diversas ocasiones, en velorios de personas amigas, el sufrimiento sin nombre de los hijos al perder a su padre o madre es muy doloroso ver sufrir de esa manera a un apersona y más si son tus hijos.
Desde entonces me hice el propósito de criar a mis hijos algo despegados de mí, darles mayor libertad e independencia, dejarlos volar con sus propias alas al destino que eligieran mientras yo los veo desde mi atalaya cómo se alejan paulatinamente; pero eso me da la certeza de que cuando yo muera, ellos no sufrirán como he visto a tantos hijos sufrir al perder a sus padres. No sé si haya hecho bien o mal, pero tengo muy clara mi elección y ahora que me encuentro con que Alfonso Reyes tomó la misma decisión, me siento algo reconfortado, aunque no es nada fácil ver a los hijos alejarse de uno; sin embargo, prefiero sufrirlo yo, y no que mañana lo sufran ellos.
Gracias amable lector por compartir conmigo estas reflexiones, de mi vida, le deseo que pase un fin de semana espléndido en compañía de su familia. Siga cuidándose, la pandemia no ha terminado y la vacuna llegará hasta fin de año o inicios del próximo.
Reflexiones de Don Alfonso Reyes
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