Llena de alegría Dulcibel les comunicó a sus papis: “¡Leovigildo y yo nos vamos a casar! ¡Únicamente nos falta la confirmación del ginecólogo!”... La abuelita de Pepito estaba haciendo su cotidiana lectura de la Biblia. De entre las páginas del libro cayó de pronto una hoja seca. La recogió la anciana y comentó, perpleja: “Esta Biblia es mía desde que era joven (yo, no la Biblia), pero no recuerdo haber puesto en ella esta hoja”. Pepito aventuró una hipótesis: “¿No será ropa interior de Adán o Eva?”...
A distancia del Potrero corre un río en tierras que son ya de Nuevo León. Cuando los de Ábrego lo vemos sentimos cierta envidia, pues nosotros no tenemos río: tenemos sólo acequias para traer el agua del manantial nombrado “La cazuela” por nacer en una peña de esa forma. Hermoso es el río que llaman el Pilón. Sus aguas, caudalosas en algunos tramos, son claras y sonoras. Si quieres pasar a la otra orilla debes cuidar de no perder pisada. Te arrastraría la corriente. Acampé con amigos una vez cerca del río, bajo unos nogales silvestres cuyos robustos troncos proclamaban que los árboles eran centenarios. Habíamos oído una leyenda contada por los lugareños: a medianoche el río se dormía unos minutos para reposar sus fatigas. Yo estaba ya en el sueño cuando de pronto me despertó el silencio. Salí de la tienda de campaña. No se oía ningún ruido. Mis amigos, que habían salido también, se miraban unos a otros como preguntándose: ¿Qué pasa? Luego de unos instantes volvió a sonar el río, y su voz llenó otra vez la noche. “Era cierto -dijo uno, asombrado-”. Es cierto, digo todavía yo... El señor Wellhung era el socio más popular del campo nudista. Una chica le comentó a otra, recién llegada: “Es el único hombre aquí que puede llevar al mismo tiempo dos vasos de café, uno en cada mano, y una docena de donas”... (No le entendí)... Doña Facilisa, esposa de don Cuclillo, le reclamó al arquitecto que les hizo su casa: “El clóset de la recámara es muy bajo”. “Señora -le indicó el profesionista-, tiene la altura estándar”. “Podrá ser -concedió la quejosa-, pero casi todos mis amigos son más altos”... Don Poseidón, ranchero acomodado, fue a Las Vegas. En cierto casino puso una moneda de un peso sobre el tapete de la ruleta. “Lo siento, señor -dijo el crupier-. No acostumbramos jugar esa clase de dinero”. “Está bien, pelao -replicó don Poseidón-. Toma de ahí lo que acostumbren jugar y dame el cambio”... Hacía un calor de casi 40 grados a la sombra, pero doña Panoplia de Altopedo, señora de buena sociedad, llegó a la sesión mensual del Club de Jardinería “Piñanona” luciendo un finísimo abrigo de visón. Su amiga doña Gules le afeó eso, pues era animalista, ecologista, ambientalista y conservacionista. Le preguntó, ceñuda: “¿No te da vergüenza lo que debe haber sufrido el pobre animal para que tú pudieras tener ese abrigo?”. Doña Panoplia se molestó bastante. “¿Te ha dado ahora por compadecer a mi marido?”... Un vendedor puerta por puerta llamó a la de un departamento. Le abrió Pepito, chamaco de 7 años. Estaba fumando, bebía de una lata de cerveza y traía bajo el brazo una revista porno. Le preguntó el vendedor: “¿Están tus papás?”. Respondió el chiquillo al tiempo que le echaba en la cara una bocanada de humo: “¿Tú qué crees?”... El Génesis no lo dice, claro, pero cuando el Señor hizo a Eva le puso tres bubis. Le preguntó: “¿Hay algo de tu cuerpo que no te guste, algo que creas que debo modificar en ti?”. “Señor -respondió la mujer-: tres bubis me parecen demasiadas. Pienso que con dos sería suficiente. ¿Podrías quitarme una?”. El Creador accedió a la petición, y le quitó a Eva la bubis de en medio. Ella le dio las gracias y se retiró. Pensó entonces el Señor: “Ahora tendré que quitarle a Adán una de las tres manos que le puse”... FIN.