Este año se cumplen 40 años de una de las mayores tragedias originadas por una explosión de gas. Ese día San Juanico despertó en un infierno.
Eran las 5:30 de la mañana de aquel 19 de noviembre de 1984, cuando se registró la mayor tragedia de la historia que hasta ese entonces el país hubiera conocido.
Fueron varias explosiones (o una gran explosión) de contenedores de gas en la terminal de almacenamiento de Gases Licuados de Pemex que provocó incendios y la destrucción casi total de las instalaciones y los alrededores.
El accidente ocurrió en un poblado lleno de asentamientos irregulares, denominado San Juan Ixhuatepec, ubicado a 20 kilómetros de la Ciudad de México.
El Mañana publicó durante varios días la información de la destrucción, se escribieron crónicas e historias de aquellos infernales días. Un reporte del incidente indicó que uno de los contenedores de 54 metros cúbicos fue sobrellenado, lo que habría producido la ruptura de una tubería de 20 centímetros de diámetro que transportaba los GLP desde las refinerías remotas hasta la planta de almacenamiento.
La fuga del gas duró al menos 10 minutos y se fue formando una gran nube de vapor inflamable de unos 200 metros.
Entonces, la primera explosión se registró y luego otras ocho más, las cuales detectó el sismógrafo de la UNAM, ubicado a 30 kilómetros del sitio.
Tras el estallido, se generó un incendio monumental que afectó las viviendas más cercanas y, tras un instante más, una pequeña esfera se incendió y generó una bola de fuego de unos 300 metros de diámetro, que desencadenó la serie más larga de explosiones de tipo BLEVE (Boiling Liquid Expanding Vapor Explosion) conocida hasta principios del siglo XX.
De acuerdo con el informe oficial, el balance fue de 503 fallecidos, 926 heridos por quemaduras y 7 mil personas atendidas en centros hospitalarios.
Con relación al número de evacuados, la cifra ascendió a 60 mil, en cuanto a los albergados se contaron hasta 21 mil. Aunque no se mencionó sobre posibles desaparecidos, algunos autores hablan hasta de un millar, ya que el día posterior al evento, en el Panteón Caracoles de Tlalnepantla se abrió una fosa común, en la que fueron depositados los cadáveres de los primeros fallecidos, pero sólo algunos de ellos pudieron ser reconocidos y reclamados por sus familiares.
En cuanto a los daños materiales, éstos también fueron cuantiosos, puesto que se llegaron a contabilizar alrededor de 149 casas totalmente destruidas, 16 con daños graves y 1,358 con daños menores.
Lo más crudo fue lo ocurrido alrededor de cinco manzanas, cuyas casas estaban construidas con materiales endebles y por ende poco resistentes al fuego, por lo que quedaron reducidas a cenizas.
Después de la explosión, El Mañana publicó infinidad de notas, de las que destacaron en sus ediciones, la solidaridad que mostró el mundo con San Juanico, otra fue exigir el castigo para los responsables.
NO FUE ACCIDENTE
Los accidentes no existen, existe la negligencia, el desinterés y la corrupción. Tampoco, como afirmaban algunas personas, se debió a algún sabotaje o por responsabilidad de las compañías gaseras de los alrededores.
Las condiciones afuera de los muros del depósito de gas con el paso de los años fue permeando en la sociedad, que quiso hacer de su residencia la colindancia con una bomba de tiempo, y lo que era premonitorio se convertiría en realidad, viviendas vulnerables que se habían edificado precariamente durante años en torno a la planta de Pemex en condiciones desfavorables: por un lado casas de cartón y lámina, y, por otro, familias de cinco o más miembros que hacían de esa, una zona densamente poblada.
Fue tal la celeridad con la que el Gobierno quería acabar con el asunto, que no bien pasó un par de meses cuando ya estaba listo para entregar las indemnizaciones.
Así pues, a partir del 2 de enero de 1985, inició el pago para los deudos. Las indemnizaciones por muertes, secuelas por lesiones y pérdidas de bienes comenzaron a abonarse sin una investigación completa del accidente; sin embargo, todas las familias que sufrieron la pérdida de algún pariente fueron indemnizadas con una misma cantidad, pero no se hacía distinción si la familia estaba integrada por un matrimonio sin hijos o con varios hijos, si el fallecido era menor de edad o adulto, si era un trabajador o un desempleado, o si dejaron huérfanos; se pagaron los muertos a precio unitario.
Esta tragedia es una más que El Mañana publicó en sus 100 años de fundación.