100 ANIVERSARIO

La vez que un aerosecuestro estremeció a Nuevo Laredo

En 1983, la tarde del martes 15 de febrero, un iraní decidió secuestrar un avión turbohélice que volaba con rumbo a Dallas y el piloto lo aterrizó en el aeropuerto local

Escrito en NUEVO LAREDO el

Hombres de tinta en las venas, de papel, de olfato al que no escapaban las mejores noticias, de accionar inmediato, de lucha diaria por llevarse “la de ocho columnas”. Hombres de noticia, de placa y flash, de teclado de Olivetti, de amor por su trabajo. Así son y eran aquellos que forman la familia de El Mañana, el medio que luego de evolucionar desde El Verbo Libre y el Antireeleccionista cumplirá en este 2024 sus primeros 100 años.

Hoy comenzamos a contar algunas de sus historias, de su diario vivir en busca de satisfacer el hambre cada vez más grande de noticias de los neolaredenses y habitantes de la región. Comenzamos.

La tarde de ese 15 de febrero de 1983 transcurría hasta cierto punto normal. Mariano Almanza Arrieta, entonces subdirector de El Mañana, encabezaba la junta editorial, aquella que a diario se organizaba para llevarle a la directora, Ninfa Deándar Martínez, la propuesta de cuáles serían las noticias principales de la edición del día siguiente.

El intercambio de opiniones, de expresiones y propuestas fue interrumpido abruptamente: Donaciano Pacheco Cervantes, reportero de la Nota Roja, entró con un rostro marcado por el apuro, por el deseo de estar ya en el lugar de la noticia.

Soltó una de las frases que marcaría para siempre la vida periodística de muchos y de El Mañana: “¡Acaban de secuestrar un avión y está por aterrizar en el aeropuerto!”.

Explicó que el aparato iba con dirección a Dallas, Texas, pero fue desviado por un aerosecuestrador iraní y que aterrizaría en Nuevo Laredo por falta de combustible.

Mariano tomó la batuta y junto a Juan Luna Meza, jefe de información, comenzaron a organizar la cobertura.

“¡Pacheco, vete ya al aeropuerto!”, dijo al reportero, a quien de inmediato se le emparejó Víctor Quiroz, fotógrafo.

La orden era clara: “No hagas nada más, dedícate a esa noticia en cuerpo y alma”. “La Redacción se agitó de inmediato. Los jefes de todas las áreas estaban emocionados”, contó Mariano, hoy en día retirado, pero aún con tinta en las venas.

Detrás de Pacheco llegaron al aeropuerto Alberto Guerra Salazar, Juan Carlos Pérez Guerra, Roberto Ibarra, Jesús López Aboytes y fotógrafos como Francisco Segura, Guadalupe Gutiérrez y Paulino Becancourt, entre muchos otros.

Las instrucciones de Mariano Almanza y Juan Luna eran claras: “¡Que no se pierda ningún detalle!”. “Fueron largas horas de terror”, cuenta Juan Carlos Pérez Guerra, veterano reportero aún activo, igual que Alberto Guerra Salazar, hoy conocido columnista.

Sobre la pista del Aeropuerto Internacional Quetzalcoatl, descansaba un avión matrícula norteamericana ILE-DFW, de la compañía aeronáutica Río Always. Dentro, unos 11 pasajeros mostraban miedo, desesperación y llanto.

Afuera, decenas de agentes de la Policía Judicial del Estado, de la Federal e incluso del FBI y CIA, montaban guardia y, según contó alguna vez Pacheco, algunos francotiradores apuntaban sus armas hacia el avión.

Los reporteros de El Mañana fueron testigos pocas horas más tarde del aterrizaje de un jet, al que conocían como “El Tigre”. A bordo venía Alberto Estrella, director nacional de la Dirección Federal de Seguridad, el equivalente mexicano de la CIA. Por tierra arribó Rafael Chao López, comandante regional de la DFS, quien tuvo la delicadeza de presentar a Estrella con los representantes de la prensa, especialmente los de El Mañana.

Otro de los cabecillas del operativo especial era Wilfrido Obregón, de Migración, quien cooperaba con los agentes de la DFS en las negociaciones.

El aerosecuestrador, un iraní de nombre Hussein Sheikholya, mantenía a raya a pasajeros, policías y agentes de todas corporaciones. Además, amenazaba con detonar una bomba y volar el avión con todo y pasajeros.

“No quiero hacer daño a nadie, pero estoy dispuesto a matar”, contó Pacheco que amenazó Hussein. Largas negociaciones.

De pronto, se anunció que Hussein se negaba a hablar con autoridades norteamericanas, pues había desviado el avión de su ruta que se dirigía a Dallas, Texas.

Tampoco aceptó a las autoridades mexicanas, pero sí con representantes de la prensa. Los reporteros de El Mañana vieron su oportunidad de gran una exclusiva, pero la DFS tenía otros planes: falsificaron algunas credenciales y varios de sus agentes las portaron.

El iraní no mordió el anzuelo.

Tras largas negociaciones, Hussein decidió liberar a las mujeres que venían en la aeronave. Los reporteros entonces consiguieron grandes historias, como la de una azafata que intentó desarmar al aerosecuestrador, pero no lo consiguió pese a la ayuda de varios pasajeros.

Antes de ingresar a espacio aéreo mexicano, otro pasajero había intentado detener a Hussein, pero no pudo. Entonces el aerosecuestrador ya no se apartó de su metralleta R-15 ni de un maletín en el que aseguraba que llevaba una poderosa bomba.

De nuevo, largas horas de negociación y pronto, se consiguió liberar a todos los pasajeros. Su lugar fue tomado por agentes de la Dirección Federal de Seguridad, mientras el iraní mantenía el control con su metralleta y la bomba.

El avión tomó pista.

Supuestamente iba con dirección a Cuba, pero en el aire, los agentes de la DFS lograron reducir a Hussein y terminó, por el fin, el aerosecuestro.

El hecho había terminado, pero no como cobertura para El Mañana, cuyos profesionales de la noticia cubrieron cada detalle y cada secuencia durante varios días.

Era una noticia no sólo para Nuevo Laredo, sino para todo México y el mundo entero. “Fue de las noticias principales durante días y días. Nos seguía emocionando”, cuenta Mariano Almanza.