Con el termómetro diario a más de 40 grados, sin alimento ni un techo dónde resguardarse de los intensos rayos solares, la vida en la calle para las personas sin hogar, se convierte en verano, en un “castigo infernal”.
El sofocante calor los lleva a buscar la sombra que proyectan los árboles, los edificios altos y hasta las entradas de los negocios que tienen clima, apostándose en las puertas para aprovechar el poco aire fresco que sale de los establecimientos. Eso es lo que hace Nicolás Navarro, de 66 años, originario de Ciudad Guerrero, quien fue deportado hace 22 años de Estados Unidos al cometer una infracción.
Desde entonces su vida tomó otro rumbo, lo llevó de tener un hogar a vivir en la calle, y perderse en el alcohol como la mayoría de los personas que viven en la Plaza Insurgentes y en los alrededores del palacio municipal.
Dijo que vivir en la calle es complicado en cualquier época del año, pero nada se compara con las temperaturas extremas que se registran y se recrudecen día a día. Esta es la realidad que enfrentan estas personas que viven en la calle. Aun con el intenso calor, Nicolás se considera un hombre con “suerte”, ya que las personas le regalan agua y comida.
La cifra de personas que vive en la Plaza Insurgentes y sus alrededores asciende a 47. Todas ellas, en algún momento de su vida tuvieron un hogar; hoy su hogar es la calle, su cama la banqueta o el pasto y cuando son afortunados, su techo es la copa de algún árbol o un quiosco.
“Es insoportable vivir en la calle con este calor, pero no tengo más remedio”, expresó resignado Nicolás, quien extraña a su familia que reside en San Antonio, que es adonde se lo llevó su madre cuando tenía 5 años.
Comentó que cuando recién lo “aventaron” a esta ciudad, su familia sí le hablaba, incluso una de sus hijas vino varias veces y él tenía la firme intención de irse de nueva cuenta, pero de pronto ya no hubo comunicación.
Entró en depresión, perdió el trabajo que tenía y quedó en situación de calle desde entonces. Con los labios resecos y con sangre, partidos por la falta de hidratación igual que su rostro curtido, comentó que no recuerda haber vivido un clima tan extremo como este.
“No hay mucho dónde refugiarnos, aquí vivo durante el día en la placita, pero cuando cae la noche, me haya atrás de Famsa; ahí duermo con otros compañeros”, contó Nicolás.
En los 21 años de vivir en la calle, en específico en esta plaza, mencionó que ha visto nada más cómo caen muertos sus compañeros.
“Ahí nada más los veo cómo caen muertos, una por el calor y otra por el huachicol, es lo único que se tiene para olvidarse de todo lo que se ha padecido”, relató. Para las personas cuyo hogar es el aire libre y como techo el inmenso cielo, es complejo poder hidratarse y resguardarse del sol.
“Al menos yo intento no beber alcohol, lo trato de evitar, aprovecho que la gente nos da agua y comida para hidratarme”, aseguró.
Para Nicolas, como para las decenas de personas que viven en la calle, no les queda otra más que moverse y buscar la sombra de los árboles, casas y negocios abandonados, ya que por su condición no cuentan con otra opción.