El 15 de febrero de 1983 Nuevo Laredo fue el centro de atención mundial cuando un terrorista aéreo iraní puso a Nuevo Laredo en el centro de atención mundial y aterrizó de emergencia en el Aeropuerto Internacional Quetzalcóatl.
Ese martes transcurría de manera normal cuando un avión aterrizó en suelo neolaredense, de manera imprevista, sin avisar a la torre de control del Aeropuerto Internacional Quetzalcóatl.
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Terrorista iraní en Nuevo Laredo
El vehículo aéreo, con matrícula norteamericana ILE-DFW de la compañía aeronáutica Río Always, transportaba a un grupo de pasajeros de la ciudad de Killeen, ciudad situada al norte de Austin, rumbo al aeropuerto de Dallas, Texas.
La nave fue secuestrada por el iraní Hussein Sheikholya, quien la desvió de su ruta original hacia el norte de Texas, para volar en sentido contrario con la intención de salir de territorio estadounidense.
El objetivo del terrorista era llegar hasta Monterrey, pero por falta de combustible tuvo que aterrizar de emergencia en Nuevo Laredo, Tamaulipas.
Agentes de FBI y la CIA ya habían sido alertados del acto criminal y cruzaron la frontera para apostarse con sus grupos de respuesta inmediata en el aeropuerto tamaulipeco, junto con agentes policiacos de otras corporaciones federales y estatales de México.
El personal de seguridad empezó a establecer un diálogo con el iraní, quien se negó a hablar con ellos reteniendo a los pasajeros de la nave.
Hussein pidió hablar con periodistas para expresar sus motivos políticos del secuestro aéreo, por lo que agentes de la Dirección Federal de Seguridad Mexicana (DFS) se hicieron pasar por reporteros, sin lograr grandes avances en la negociación.
Tensión y negociaciones
Dentro de la aeronave se desató una pelea entre la aeromoza Kathaleen Springen y el hombre árabe que terminó controlando la situación, pero liberando a las mujeres del avión.
Las peticiones de Hussein habían cambiado y ahora exigía un jet para volar a Cuba amenazando con masacrar al resto de pasajeros que aún estaban bajo su poder.
Personal de la DFS arribó a las pistas del aeropuerto a bordo de dos jets para cumplir con las peticiones del iraní, por lo que el subdirector de la corporación federal, Alberto Estrella, y el agente de migración Wilfrido Obregón se acercaron al avión secuestrado con las manos en alto.
Después de minutos negociando, Estrella aceptó entregar al secuestrador el jet de la Dirección Federal para transportarlo a donde lo pidiera. Sheikholya y los rehenes cambiaron de aeronave, quienes la abordaron junto con el copiloto del avión, los dos policías mexicanos y una maleta llena de explosivos.
El jet de la DFS despegó de la pista de Nuevo Laredo, pero en el trayecto, en un descuido, el terrorista fue sometido por la fuerza por los agentes mexicanos salvando la vida de los pasajeros. Posteriormente fue trasladado a la Ciudad de México para un exhaustivo interrogatorio.
Las horas de tensión que se vivieron y la atención de los medios de comunicación internacional que seguían el desenlace de los sucesos, mantuvieron a Nuevo Laredo en el ojo de la opinión mundial. Los programas de noticias siguieron el secuestro aéreo por el terrorista iraní en Nuevo Laredo, con un final, afortunadamente positivo.