El 15 de febrero de 1983, todo se desarrollaba con relativa calma en esta ciudad fronteriza, cuando la tranquilidad de la ciudad se vio interrumpida por el aterrizaje de un avión secuestrado que llegó a Nuevo Laredo, tras ser tomado por un hombre iraní.
La aeronave, propiedad de Aerolíneas Río, tenía como destino la ciudad de Dallas, Texas, sin embargo, todo cambió cuando un criminal de nombre Hassain She Khelya la secuestró y la dirigió a tierra en el Aeropuerto Internacional Quetzalcóatl de esta localidad.
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Según datos del Archivo General de Nuevo Laredo, el vuelo provenía de Killen, Alabama, y tenía como destino la ciudad texana, sin embargo, el hombre iraní logró entrar a la cabina y con amenazas, ordenó al piloto Michael O'Neal desviar el vuelo a Cuba.
Secuestrador iba armado
La situación no fue tan fácil para el secuestrador, pues uno de los pasajeros, de nombre Michael Constler, enfrentó al sujeto armado en la puerta de la cabina antes de despegar.
No intentaba ser un héroe, los turistas estaban en aprietos y yo solo trataba de ayudarlos y él intentaba entrar a la cabina y no habría manera de dejar que lo hiciera y solo pensaba en sobrevivir y cuando amenazó con una bomba y hacernos volar, retrocedimos.
Según la historia, el sujeto que secuestró el avión, estaba armado con una metralleta y aseguró estar cargado con explosivos.
Autoridades negociaron con el secuestrador
Para poder lograr la hazaña, el piloto debía abastecer el avión secuestrado de combustible, por lo cual, aterrizó en Nuevo Laredo, donde autoridades mexicanas negociaron con el criminal, quien en todo momento mantuvo como rehenes a al menos 11 pasajeros de la aeronave y dos pilotos.
Entrada la tarde de aquel día de invierno, autoridades lograron llegar a un acuerdo con el hombre iraní, quien liberó a los rehenes a cambio de que le permitieran llegar a su destino.
Para ello, dos oficiales del Gobierno Mexicano, abordaron el avión secuestrado junto al sujeto para partir a La Habana.
El suceso del avión secuestrado marcó la historia de Nuevo Laredo, quedando grabado en la memoria colectiva de las viejas generaciones, sobre todo de los trabajadores del aeropuerto, quienes dieron testimonio de los actos.