Alberto Andrade González ha dedicado 52 años a reparar calzado en nuestra ciudad y ha continuado con la tradición del oficio familiar.
El propietario de la Zapatería Andrade se inició como zapatero y fabricante en el año de 1962, empezando a hacer trabajos de costura, poner forros y suelas; su padre, también zapatero, le enseñó los principios de fabricación; tiene 11 hermanos, hombres y mujeres, todos dedicados al mismo oficio.
Hasta los 20 años trabajó con su padre en su natal León, Guanajuato, y a esa edad, en 1970, decidió venir a Nuevo Laredo, buscando nuevas oportunidades, emprendiendo el negocio de reparar calzado, ya que aquí en la ciudad no hay industria de elaboración de zapatos.
Su esposa, la señora Agustina Jiménez, ha sido su ayudante durante muchos años y, además de atender a los clientes, también realiza algunos trabajos de reparación. Mencionó que cada vez son menos los trabajadores dedicados a la reparación de calzado, ya que desde el año 91 han fallecido cerca de 10 zapateros de antaño de los que llegó a conocer.
Alberto ha llegado a capacitar hombres y mujeres para este oficio, enseñándoles a pintar zapatos, cambiar suelas, despuntar, hacer costuras a mano y en máquinas, que es parte del trabajo que él realiza en su taller.
Los trabajos con más demanda son coser tenis y zapatos, cambiar suelas y tacones, costuras en general, ya que los zapatos actuales sólo están pegados de fábrica y, con el uso, el calor y la humedad, se despegan muy fácilmente, incluso le llevan a reforzar pares de zapatos nuevos recién salidos de la zapatería.
Además de saber todo acerca de fabricación y reparación del calzado, con el tiempo ha aprendido a reparar las máquinas con las que trabaja, ya que son muy antiguas y no hay quien las pueda arreglar en la ciudad. Los precios de una costura van desde los 100 a los 150 pesos, ya sea a mano o en máquina; 75 pesos cambiar unas tapas, y 25 pesos las costuras pequeñas.
La temporada mayor de trabajo es en diciembre, pero no le falta el trabajo durante el año, ya que cuenta con clientes frecuentes que lo conocen de mucho tiempo y acuden a reforzar y reparar sus zapatos, incluso ellos llevan a los hijos, luego estos, cuando crecen también van con él, lo que le ha brindado una satisfacción muy grande, el saber que reconocen y les gusta el trabajo que realiza.
“Hay que darle más vida al calzado, es un ahorro lo que hace uno, ya cosidos les duran mucho más tiempo. Estamos para servirles de 9:00 de la mañana a 7:00 de la tarde, de domingo a viernes, y estamos muy agradecidos por su preferencia”, expresó el maestro zapatero Alberto Andrade González.